¿Por qué la envidia es un mal compañero y cómo combatirla?
La envidia es un sentimiento desagradable que nos hace desear lo que otros tienen. A diferencia de otros pecados, no ofrece ningún placer. Es solo un anzuelo sin carnada. Requiere mucho de nosotros, pero no nos da nada a cambio.
Características de la envidia
- Mezquina y exigente: La envidia nos hace sentir miserables y nos demanda atención constante.
- Desafío a la soberanía de Dios: Cuestiona los planes, elecciones y bondad de Dios.
Siete estrategias para combatir la envidia
- Reconócela: Identifica la envidia como un sentimiento dañino y egoísta.
- Confiesa abiertamente: Comparte tus sentimientos con un amigo o consejero de confianza.
- Ora por ellos: Pide a Dios que bendiga a aquellos que envidias. Esto cambia tu perspectiva y disminuye su poder.
- Cultiva la amistad: Conoce a las personas que envidias y verás sus luchas y complejidades.
- Identifica los ídolos: Comprende qué necesidades subyacentes están impulsando tu envidia.
- Refúgiate en el Evangelio: Recuerda tu identidad en Cristo y las promesas del Evangelio.
- Enfatiza la realidad: No te centres solo en las apariencias. Valora las cualidades internas y las luchas reales de los demás.
¿Qué es la envidia y cómo afecta a los cristianos?
La envidia es un pecado que nos lleva a cuestionar los planes, las decisiones y la bondad de Dios. Es un pecado exigente que puede consumir nuestras vidas y robarnos nuestra alegría.
¿Cuáles son las consecuencias de la envidia?
La envidia puede hacer que nuestra propia vida bendecida parezca insignificante e inadecuada. Es una afrenta a la soberanía de Dios y un acto de rebelión.
¿Cómo podemos combatir la envidia?
Existen siete estrategias para combatir la envidia:
1. Verla claramente como un pecado de egoísmo y orgullo.
2. Confesarlo abiertamente a Dios y a las personas afectadas.
3. Orar por el éxito de aquellos a quienes envidiamos.
4. Buscar amistad con aquellos a quienes envidiamos.
5. Identificar los ídolos en nuestros corazones que alimentan la envidia.
6. Correr al Evangelio y recordar nuestra identidad en Cristo.
7. Esforzarnos por buscar la realidad en lugar de las apariencias.