Una Profunda Reconciliación: Un Estudio del Libro de Efesios 2:11-22

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La Brecha entre Dios y la Humanidad

El Libro de Efesios nos presenta una profunda verdad: la reconciliación entre Dios y la humanidad, un abismo que una vez nos separó. Antes de la llegada de Jesucristo, estábamos espiritualmente muertos en nuestros pecados y transgresiones (2:1). La ira de Dios ardía sobre nosotros, condenándonos a una eterna separación de Él (2:3).

Sin embargo, por medio del sacrificio expiatorio de Cristo, esta brecha se ha cerrado. Cristo se convirtió en el puente entre nosotros y Dios, absorbiendo la ira que merecíamos (2:4-5). A través de su muerte y resurrección, nos ha justificado (2:8-9), es decir, nos ha declarado justos delante de Dios, dándonos acceso a Su presencia.

La División entre Judíos y Gentiles

Otra división significativa existía entre los judíos y los gentiles (2:11-12). Los judíos, como pueblo escogido de Dios, tenían el privilegio de la Ley y la circuncisión. Los gentiles, por otro lado, eran considerados impuros y sin esperanza (2:12).

Sin embargo, el sacrificio de Cristo derrumbó este muro de separación. Al morir en la cruz, Cristo abolió la Ley Ceremonial, que había sido una barrera entre judíos y gentiles (2:14-15). Creó un nuevo pueblo de Dios, uniendo a judíos y gentiles en un solo cuerpo (2:16).

El Templo de Dios: Una Metáfora de Unidad

Pablo utiliza una poderosa metáfora para ilustrar esta unidad: el templo de Dios (2:19-22). Cristo es la piedra angular, el fundamento sobre el cual se construye el templo. Todos los creyentes, tanto judíos como gentiles, se convierten en piedras vivas, edificadas sobre Cristo (2:20-21).

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El Espíritu Santo une a los creyentes, formando un templo donde Dios habita (2:22). Esta morada no se limita a un lugar físico sino que se extiende a todos los que están en Cristo. Tenemos acceso directo a Dios a través del Espíritu, eliminando cualquier obstáculo o barrera.

Implicaciones Prácticas

El mensaje de reconciliación en Efesios 2 tiene implicaciones profundas para nuestra vida como cristianos:

  • No debemos recrear las barreras que Dios ha derribado. Debemos esforzarnos por mantener la unidad en el cuerpo de Cristo, independientemente de las diferencias culturales o étnicas.
  • Debemos presentar el evangelio culturalmente. Debemos comunicar el mensaje de salvación de una manera que resuene con las personas de todas las culturas, evitando cargas innecesarias.
  • El etnocentrismo no tiene cabida en la iglesia. Debemos seguir el ejemplo de Pablo, quien sacrificó su libertad para liberar a la cristiandad de las ataduras del etnocentrismo.
  • Debemos llevar a Cristo a las personas en sus propias culturas. Debemos comunicar el evangelio en su idioma y hacerles saber que pueden venir a Él tal como son.

Efesios 2:11-22 nos revela el profundo amor y misericordia de Dios que ha reconciliado a la humanidad con Él mismo y entre sí. Al abrazar este mensaje de reconciliación, podemos experimentar la unidad del cuerpo de Cristo y llevar el evangelio transformador a un mundo necesitado.

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