¿Alegría y tristeza: paradoja del alma experimentada?
La alegría que protege del egoísmo
Para el alma madura en Cristo, la alegría constante no implica una ausencia de tristeza. Más bien, el alma experimentada vive con una alegría y una tristeza estables que se entrelazan. La tristeza protege a la alegría de volverse superficial, manteniéndola enfocada en la realidad del sufrimiento humano.
La tristeza que endulza el dolor
Por otro lado, la alegría protege a la tristeza de convertirse en una desesperación abrumadora. La alegría agrega profundidad a la tristeza, recordándole al alma que incluso en medio del dolor, hay esperanza y gracia. Esta combinación intensifica ambas emociones, enriqueciendo la experiencia humana.
El equilibrio del alma experimentada
¿Cómo es posible este equilibrio de sentimientos opuestos? Para el alma experimentada, es inseparable de la conciencia de su salvación frente a la perdición de otros. Esta paradoja se refleja en las Escrituras, donde el mismo autor inspirado escribe sobre la alegría de la salvación y la pena por los perdidos.
Preguntas frecuentes
¿Es una señal de un cristiano experimentado tener una alegría constante sin ningún pesar constante?
No, no es una señal de un cristiano experimentado.
¿Qué tiene un alma experimentada en Cristo?
Un alma experimentada en Cristo tiene una alegría constante y una pena constante.
¿Cómo se protegen estas emociones entre sí?
- La alegría se protege de la frivolidad por la pena constante.
- La pena se protege de ser fatal por la alegría constante.
¿Cómo se intensifican estas emociones entre sí?
- La alegría se hace más profunda por la pena constante.
- La pena se hace más dulce por la alegría constante.
¿Por qué es inevitable para el cristiano experimentado tener una alegría y pena constantes?
Porque hay personas que perecen mientras nosotros somos salvos, y porque estas dos pasajes fueron escritos por el mismo hombre inspirado:
- "Todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios." (Romanos 3:23)
- "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." (Efesios 2:8-9)