Vivir en Cristo: la verdadera ganancia
Vivir para Cristo: el propósito de nuestra existencia
Cuando el apóstol Pablo escribió a los filipenses, lo hizo desde su cautiverio en Roma. A pesar de su situación, sus palabras rebosaban aliento y un ferviente deseo de glorificar a Cristo en medio de toda circunstancia.
Pablo entendía que su sufrimiento servía a un propósito eterno: el avance del Evangelio (Filipenses 1:12). Incluso en medio de dificultades, Dios era glorificado. El encarcelamiento no podía detener a Pablo porque él comprendía que la verdadera libertad se encontraba en Cristo.
El anhelo de Pablo era que Cristo fuera magnificado en su vida y en su muerte (Filipenses 1:20). Aspiraba a vivir de tal manera que hiciera visible la grandeza de Cristo. Esta misma aspiración debería caracterizar a todo creyente: dar gloria a Dios tanto en la vida como en la muerte.
Vivir para Cristo: su significado práctico
Vivir para Cristo implica varias facetas:
- Proclamar el Evangelio: Compartimos las buenas nuevas de la salvación en Cristo con aquellos que aún no las conocen.
- Imitar a Cristo: Seguimos el ejemplo de Jesucristo, viviendo vidas de amor, compasión y servicio.
- Conocer a Cristo: Dedicamos tiempo a estudiar las Escrituras y profundizar en nuestra relación con Dios.
- Renunciar a todo: Estamos dispuestos a dejar de lado cualquier obstáculo que nos impida seguir a Cristo.
- Hacer de Cristo nuestro enfoque: Él se convierte en el centro de nuestros pensamientos, palabras y acciones.
Morir para Cristo: una ganancia eterna
Pablo no veía la muerte como una pérdida, sino como una ganancia. En la muerte, los creyentes se unen a Cristo para siempre (Filipenses 1:23). De hecho, Pablo expresa su deseo de "partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor" (Filipenses 1:23).
La muerte es el medio por el cual experimentamos la plenitud de la vida eterna en Cristo. Mientras esperamos ese día, debemos vivir vidas que reflejen nuestro anhelo por Él, proclamando: "Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia".