¡Viaje turbulento! La travesía de Pablo hacia Roma
El viaje se aproxima
A finales del verano, Pablo se embarcó en un viaje hacia Roma, donde sería juzgado. Acompañado por otros prisioneros, partió bajo la custodia del centurión Julio. El barco zarpó hacia Italia, haciendo paradas en varios puertos del Mediterráneo.
Tormenta en el mar
A medida que avanzaban a lo largo de la costa de Creta, una violenta tormenta azotó el barco. Los fuertes vientos impidieron que la tripulación controlara la nave, arrastrándola hacia el mar abierto. Durante días, la tormenta arreció, destrozando el cargamento y amenazando con hundir el barco.
Esperanza en medio del caos
En medio de la desesperación, Pablo apareció como un faro de esperanza. Les advirtió que continuar el viaje traería peligro, pero sus palabras fueron ignoradas. Sin embargo, aseguró que todos llegarían a salvo a pesar del naufragio inminente.
Naufragio y supervivencia
La tormenta finalmente empujó el barco hasta una isla desconocida. El barco encalló y comenzó a desmoronarse. Los soldados planearon matar a los prisioneros, pero el centurión intervino, salvando la vida de Pablo. Los supervivientes se aferraron a los restos del naufragio y nadaron hacia la orilla.
El viaje de Pablo hacia Roma estuvo marcado por tormentas y naufragios, pero también por fe y esperanza. A pesar de los desafíos, su mensaje de salvación persistió, ofreciendo un rayo de luz en medio de la oscuridad.
¿Por qué estaba Pablo en un barco?
Pablo estaba bajo custodia romana, siendo llevado a Roma para ser juzgado como prisionero.
¿Quién protegió a Pablo durante el viaje?
Un ángel de Dios se le apareció a Pablo y le aseguró que sería llevado a salvo a Roma.
¿Qué sucedió con el barco en el viaje?
El barco fue azotado por una gran tormenta y naufragó, pero todos a bordo sobrevivieron debido a la fe de Pablo en Dios.
¿Por qué querían los soldados matar a los prisioneros?
Los soldados temían que los prisioneros escaparan si nadaban hasta la orilla.
¿Cómo escaparon todos los pasajeros del barco?
Los que sabían nadar saltaron primero, mientras que los demás se aferraron a los restos del barco y llegaron a tierra sanos y salvos.
