La Cruz: Reflejo del Amor Redentor (Lucas 23:35-43)
La Burla y el Sufrimiento
En el Golgota, mientras Jesús colgaba de la cruz, soportó la crueldad y las burlas de la multitud y de los soldados romanos (Lucas 23:35-37). Cuestionaron su supuesta divinidad, ofreciéndole vinagre en burla y señalando el letrero que decía: "Este es el Rey de los judíos".
El Buen Ladrón: Reconocimiento de la Inocencia
Uno de los malhechores crucificados junto a Jesús lo insultó, exigiéndole que se salvara a sí mismo. Sin embargo, el otro malhechor, conocido como el "buen ladrón", reprendió al primero, reconociendo la inocencia de Jesús (Lucas 23:39-41).
La Promesa del Paraíso
El buen ladrón, con humildad y arrepentimiento, pidió a Jesús que se acordara de él en su reino. Jesús respondió con una promesa extraordinaria: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43).
El Amor Sacrificial de Jesús
La Crucifixión revela el profundo amor y sacrificio de Jesús. Su reino no es de gloria terrenal, sino de servicio y entrega (Lucas 23:35-38). La cruz no es un símbolo de triunfo, sino de amor crucificado que nos invita a seguirlo (Lucas 23:42-43).
El Seguimiento de Cristo: Cargando la Cruz
Como seguidores de Jesús, estamos llamados a cargar con nuestra propia cruz (Lucas 23:35). Esto no es un llamado a la auto-flagelación, sino a una vida de entrega y sacrificio. La cruz debe inspirarnos a comprometernos activamente con los "crucificados" de nuestro tiempo, aquellos que sufren injusticia, opresión y dolor (Lucas 23:35-38).
La Cruz: Recordatorio de Sacrificio y Amor
Besamos la cruz como un acto de gratitud por el amor de Dios, pero también como un recordatorio de nuestro compromiso de seguir a Jesús (Lucas 23:35-43). La cruz no debe usarse como un amuleto o un objeto de veneración, sino como un símbolo del amor abnegado de Dios y nuestro llamado a vivir una vida de entrega y sacrificio (Lucas 23:35-43).
La Soberanía de Jesús
En la Fiesta de Cristo Rey, celebramos el poder redentor de la cruz y la soberanía de Jesús sobre todo (Lucas 23:42-43). Su reinado es un reinado de amor, misericordia y justicia. Aceptarlo como Rey asegura la salvación y la entrada al paraíso después de la muerte (Lucas 23:43).