El mandato de amar al prójimo
En el Evangelio de Lucas, un abogado le preguntó a Jesús cómo heredar la vida eterna. Jesús respondió que debía amar a Dios con todo su ser y a su prójimo como a sí mismo. El abogado, deseando justificarse, preguntó: “¿Quién es mi prójimo?”.
La parábola del buen samaritano
Jesús contó la parábola del buen samaritano para ilustrar quién es verdaderamente un prójimo. Un hombre fue asaltado y dejado medio muerto en el camino de Jerusalén a Jericó. Un sacerdote y un levita lo vieron, pero pasaron de largo. Sin embargo, un samaritano, considerado un extranjero y enemigo por los judíos, se compadeció del hombre.
El samaritano mostró misericordia
El samaritano limpió las heridas del hombre, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, le dio dinero al posadero para que siguiera atendiendo al hombre y prometió pagar cualquier gasto adicional a su regreso.
La respuesta del abogado
Jesús le preguntó al abogado cuál de los tres hombres había sido un prójimo para el hombre herido. El abogado respondió que el que mostró misericordia. Jesús exhortó al abogado y a todos nosotros a hacer lo mismo: amar y mostrar misericordia a todos, incluso a aquellos que nos pueden parecer diferentes o extraños.
¿Cómo puedo heredar la vida eterna?
Según el pasaje, para heredar la vida eterna, debes amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, fuerza y mente, y amar a tu prójimo como a ti mismo.
¿Quién es mi prójimo?
El prójimo es aquel que muestra misericordia a los necesitados, como lo hizo el samaritano en la parábola.