https://evangelioos.com/ Articulos ¿Qué nos dice nuestro enfado?

¿Qué nos dice nuestro enfado?

El enfado no es bueno, al menos no en su forma habitual.

Numerosos estudios afirman que sentir enfado con regularidad aumenta la probabilidad de padecer enfermedades cardíacas y que, en las dos horas siguientes a un arrebato, las posibilidades de sufrir un infarto o un derrame cerebral se disparan. Esto significa que todos los propensos al enfado deben tener cuidado: es una debilidad peligrosa.

Pero espera. El enfado es más que un problema para “los enfadados”. En realidad, es un problema para todos, incluidos tú y yo.

Tradicionalmente, la ira se ha dividido entre quienes se enfadan y quienes no. Algunos individuos tienden a estallar fácilmente, mientras que otros son imperturbables y tranquilos. Pero la verdad es que todo el mundo se enfada, solo que se expresa de diferentes maneras. En su artículo “Por qué el enfado es malo para ti”, la neurofisióloga Nerina Ramlakham afirma: “Ahora diferenciamos a las personas entre las que reprimen su ira y las que la expresan”. La cuestión, entonces, no es quién se enfada, sino por qué nos enfadamos todos.

Y la razón por la que nos enfadamos tiene que ver con el amor.

El amor detrás de la ira

La ira no surge de la nada. No es una emoción primaria. En mayor o menor medida, la ira es nuestra respuesta a cualquier cosa que ponga en peligro algo que amamos. “En su origen incorrupto”, dice Tim Keller, “la ira es en realidad una forma de amor” (“La sanación de la ira”). La ira es amor en movimiento para hacer frente a una amenaza para alguien o algo que realmente nos importa. Y, en muchos sentidos, puede ser legítima.

Leer Más:  ¿Por qué Dios permite las pruebas si ama a sus hijos?

Tres pasos para salir

Entonces, ¿qué hacemos? Si la ira es un problema universal y a menudo expone nuestros amores desordenados, ¿cómo podemos liberarnos de sus garras? Aquí tienes tres pasos para salir:

  1. Analiza la ira. Debemos profundizar en los detalles de la ira y comprender su origen. Esto significa que cuando nos sorprendamos enfadándonos, cuando esas emociones empiecen a surgir, debemos parar y preguntarnos: “¿Qué es tan importante para mí que me pongo a la defensiva?”. ¿Qué estoy amando tanto en este momento que mi corazón se siente impulsado a enfadarse?

  2. Siente tristeza por nuestro pecado. Puede que nos sintamos avergonzados después de hacernos estas preguntas, o incluso peor. No hay nada más feo que abrir la tapa de nuestro corazón y encontrar este tipo de corrupción. Pero por muy repugnante que sea, podemos afrontar el espanto con un audaz pesar. Somos audaces porque la corrupción, aunque esté presente, no puede condenarnos ni derrotarnos. Jesús pagó el precio por este amor desordenado. Cargó con la ira que merecíamos, liberándonos de la culpa del pecado. Resucitó de entre los muertos, dándonos poder sobre el dominio del pecado.

  3. Recuerda el amor de Jesús. La solución evidente al amor desordenado es el amor ordenado. Pero no podemos cambiar de rumbo así como así. No podemos dejar de amar un objeto equivocadamente para empezar a amar al objeto más digno de amor correctamente, a menos que el Espíritu nos fortalezca para conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento (Efesios 3:14-19).

¿Es bueno enojarse?

No, el enojo generalmente no es bueno, especialmente en su forma típica. Los estudios demuestran que el enojo regular puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y, dentro de las dos horas posteriores a un estallido, las posibilidades de un ataque cardíaco o un derrame cerebral se disparan.

Leer Más:  La Esencia de la Alabanza: Alegría para Nosotros, Gloria para Dios

¿Por qué nos enojamos?

El enojo no surge de la nada. Es una respuesta a algo que amenaza algo que amamos. En su origen incorrupto, el enojo es una forma de amor, un amor en movimiento para enfrentar una amenaza a alguien o algo que realmente nos importa.

¿Qué hay detrás de nuestro enojo?

Además de las amenazas a nuestros seres queridos o las injusticias en el mundo, nuestro enojo a menudo se relaciona con “afectos desordenados”, o amores que hemos hecho demasiado importantes. Esto sucede cuando tomamos cosas buenas y las convertimos en lo último, como poner nuestra identidad en nuestros hijos o pensar que nuestras vidas no tienen sentido sin su prosperidad.

¿Cómo podemos controlar nuestro enojo?

  1. Analiza tu enojo: Cuando te sientas enojado, pregúntate: “¿Qué es tan importante para mí que me pongo tan a la defensiva?”
  2. Siente tristeza por tu pecado: Reconoce que tu enojo puede revelar un amor desordenado. Tristeza por tu corrupción, sabiendo que Jesús ha pagado el precio por ella.
  3. Recuerda el amor de Jesús: El amor ordenado por Dios se cultiva al conocer y saborear a Jesús. Cuando nuestros ojos se abren para ver su amor, nos lleva a amarlo más que a cualquier otra cosa, lo que nos ayuda a controlar nuestro enojo inapropiado.

Related Post