¿Qué Alimentamos a Nuestros Ojos?

La Importancia de Vigilar lo que Vemos

Nuestros ojos, como ventanas a nuestro ser, influyen profundamente en nuestros corazones. Lo que alimentamos a nuestros ojos, ya sea bueno o malo, tiene el poder de moldear nuestros deseos y valores. Si los alimentamos con impurezas, oscurecerán nuestra visión y nos alejarán de lo que realmente importa. Por otro lado, si los alimentamos con cosas edificantes y puras, fortalecerán nuestra fe y profundizarán nuestra conexión con Dios.

El Ojo Como Lámpara del Cuerpo

En las palabras de Jesús, "La lámpara del cuerpo es el ojo. Por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad" (Mateo 6:22-23). Nuestros ojos son la fuente de iluminación para nuestras vidas. Si están enfocados en las cosas correctas, iluminarán nuestro camino y nos guiarán hacia la verdad. Sin embargo, si están nublados por la codicia o la impureza, proyectarán sombras sobre todo lo demás, dejándonos perdidos en la oscuridad.

El Peligro de las Idologías

El apóstol Pedro advirtió contra los "ojos llenos de adulterio" (2 Pedro 2:14), que anhelan constantemente el pecado y se niegan a ver la belleza de Dios. Estos ojos han elegido las placeres mundanos en lugar de la luz eterna. Pero incluso las cosas buenas, cuando se convierten en ídolos, pueden cegarnos ante la verdadera fuente de alegría.

Consejos para Mantener Ojos Sanos

Para mantener nuestros ojos saludables y enfocados en lo que realmente importa, debemos:

  • Llenar Nuestros Ojos con la Palabra de Dios:

    La Biblia nos proporciona una visión clara del carácter y los propósitos de Dios. Cuando leemos la Palabra, permitimos que la luz de Cristo ilumine nuestras mentes y corazones.

  • Hacer un Balance de Nuestras Vidas Tecnológicas:

    Los dispositivos electrónicos pueden consumir mucho de nuestro tiempo y atención. Es esencial comparar el tiempo que pasamos con nuestros teléfonos y pantallas con el tiempo que dedicamos a la oración y la comunión con Dios. Debemos asegurarnos de que nuestras prioridades estén en orden.

  • Evitar la Contaminación Visual:

    No entrenemos nuestros ojos para tolerar la impiedad o la inmodestia. Debemos ser vigilantes en lo que vemos, especialmente en una sociedad que promueve constantemente el pecado. Debemos discernir y exponer las falsas ilusiones que se nos presentan, en lugar de ignorarlas o aceptarlas pasivamente.

Una Visión Amplia y Celestial

Al vigilar cuidadosamente nuestros ojos, podemos expandir nuestro campo de visión y ver el mundo con claridad. Las bellezas de la creación son un testimonio del poder y la gloria de Dios. Pero no son el destino final. Son señales que apuntan a algo más allá de sí mismas, a la belleza suprema que se encuentra solo en Jesucristo.

Cuando nos enfocamos en Cristo, nuestros ojos se abren a un mundo de maravillas y asombro. Nos convertimos en testigos de su gracia, su misericordia y su amor inagotable. Y cuando finalmente lo veamos cara a cara, nuestros ojos estarán llenos de alegría y gratitud por el privilegio de haberlo conocido.

¿Qué significa que el ojo es la lámpara del cuerpo?

El ojo es la fuente de luz para el cuerpo, de la misma manera que la luz ilumina una habitación. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará lleno de luz, pero si el ojo está dañado, todo el cuerpo estará lleno de oscuridad.

¿Cómo pueden nuestros ojos alejarnos de Dios?

Nuestros ojos pueden atraernos hacia las cosas que deseamos, y si alimentamos nuestros ojos con cosas que no son de Dios, nuestros corazones también seguirán esas cosas. Esto puede hacer que amemos más las cosas del mundo que a Dios, lo que nos aleja de él.

¿Por qué es importante estar atento a lo que vemos?

Debemos ser conscientes de lo que vemos porque puede tener un impacto en nuestros corazones. Si permitimos que nuestros ojos se llenen de cosas que no son de Dios, nuestros corazones comenzarán a anhelar esas cosas y nos alejaremos de Dios.

¿Cómo podemos guardar nuestros ojos y mantenerlos sanos?

Podemos guardar nuestros ojos llenándolos con la Palabra de Dios, comparando nuestro tiempo de oración con nuestro tiempo frente a la pantalla y evitando entrenar nuestros ojos para pasar por alto la impiedad o tolerar la inmodestia.

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