¿Puede un templo expulsar a sus creyentes? El caso de Scarlett Clay

Scarlett Clay, esposa, madre y directora de un club de apologética cristiana en la Universidad de Texas, vivió una experiencia que sacudió su fe. Su iglesia, un templo de estrictas convicciones bautistas reformadas, la expulsó de su comunidad, argumentando faltas contra Dios.

La crisis y la expulsión

Scarlett había dejado de asistir a los servicios dominicales tras separarse de su esposo durante los cuidados paliativos de su hijo, afectado por el síndrome de Cockayne. El diagnóstico fue devastador: no había cura y el pequeño sufriría un deterioro progresivo.

En medio del dolor, Scarlett perdió la fe y dejó de orar. La iglesia, en lugar de brindarle apoyo, la condenó. La expulsión le llegó como una carta que anunciaba su pecado y la ruptura de la comunión cristiana.

El despertar

Lejos de la iglesia, Scarlett experimentó el vacío de una sociedad sin valores claros. Las conversaciones giraban en torno a caprichos personales, amparadas por la falsa idea de que "el amor lo es todo".

Pero la ausencia de Dios dejó un vacío que Scarlett comenzó a sentir. Observaba sus propias debilidades reflejadas en el mundo y se avergonzaba al recordar que "nadie puede esconderse de la mirada de Dios".

El regreso a Dios

Finalmente, la constancia del templo que la había expulsado le hizo reflexionar. A pesar de sus decepciones personales, la iglesia había mantenido sus principios bíblicos.

La fidelidad del templo a Dios reavivó en Scarlett el arrepentimiento. Comprendió que no era la expulsión lo que la había alejado, sino su propia rebeldía.

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Reconciliación y fe renovada

Scarlett regresó a Dios, no a la iglesia que la había expulsado. Encontró el perdón en Cristo y la comunión en una nueva comunidad. Su matrimonio se reconcilió y su fe se fortaleció.

Un llamado a la disciplina amorosa

Scarlett defiende la práctica de la disciplina eclesiástica con amor. Reconoce que hay creyentes que necesitan la corrección para su bien y el de la comunidad.

Pide a los líderes de las iglesias que ejerzan esta disciplina con compasión, pues siempre habrá personas como ella, que necesitan desesperadamente el recordatorio de la santidad de Dios.

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