¿Por qué nos paraliza tanto el miedo al rechazo?
El peligro de la trampa del miedo
La Biblia se refiere al miedo al rechazo como "temor del hombre" y advierte que puede paralizarnos y silenciarnos. Este miedo es engañoso, pero puede atraparnos como una trampa para animales. Por eso, la Biblia dice: "El temor del hombre es un lazo, pero el que confía en el SEÑOR estará seguro" (Proverbios 29:25).
El origen del miedo al rechazo
Aunque solemos pensar que el miedo al rechazo es una consecuencia del pecado, en realidad es parte del diseño de Dios. Nos diseñó para ser motivados por el deseo de aprobación y el temor al rechazo porque revelan lo que amamos.
Reconocemos instintivamente que nuestra identidad y valor no son cosas que definimos nosotros mismos. Buscamos fuentes externas para darles sentido y significado, especialmente a través de personas.
La persona a quien más tememos es la que más nos importa
La persona que más autoridad nos atribuye define quiénes somos, qué valemos y cómo debemos actuar. Es la persona cuya aprobación más deseamos y cuyo rechazo más tememos. Dios nos diseñó así para revelar el tesoro de nuestros corazones (Mateo 6:21).
Obedecemos a quien tememos
El temor al rechazo puede nublar nuestro juicio, pero una verdad bíblica fundamental nos aclara: "obedecemos a quien tememos". La persona cuya aprobación deseamos más, es la que obedeceremos, convirtiéndose en nuestro dios funcional.
La Biblia nos ordena "temer al Señor" (Deuteronomio 10:12-13; Mateo 10:28). Ambos mandamientos son inseparables, nos ordenan buscar la recompensa eterna de la aprobación de Dios y temer su desaprobación eterna más que la aprobación fugaz del hombre.
Cómo vencer el miedo al rechazo
El temor al rechazo es un pecado que debemos desechar (Hebreos 12:1). Aquí hay pasos para ayudarnos:
- Confiesa tu miedo al rechazo: Reconoce ante Dios que es un pecado y arrepiéntete. Comparte tu miedo con amigos de confianza que puedan apoyarte.
- Cuestiona tu miedo al rechazo: Identifica qué te asusta y por qué. ¿Tienes motivos reales para temer, especialmente a la luz de Mateo 10:28?
- Enfrenta tu miedo al rechazo con valentía: "Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29). La obediencia requiere coraje. Confía en Dios y da pasos para obedecer, a pesar del miedo.
- Confía en Dios: Confiar en Dios es seguro; temer al hombre no lo es (Proverbios 29:25). Dios nos enseña a través de la difícil lección de obedecer a pesar del miedo. Así aprendemos a confiar en sus promesas más que en nuestras percepciones y llegamos al punto en que podemos decir con confianza: "El Señor es mi ayudador; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?" (Hebreos 13:6).
¿Por qué tememos tanto la desaprobación de los demás?
Todos experimentamos este temor, y la mayoría de nosotros no queremos admitir cuán grave puede ser su tiranía. La Biblia se refiere a esto como el "temor al hombre", que puede crear una red de ambigüedad en torno a cuestiones bíblicamente claras. El temor al hombre puede inmovilizarnos cuando deberíamos actuar y hacernos callar cuando deberíamos hablar. Se siente poderoso, pero su poder es engañoso.
¿Cómo podemos superar el temor al hombre?
Dios tiene el poder de liberarnos y quiere que vivamos en la libertad segura de confiar en él. Pero nos libera no eliminando nuestro temor a la desaprobación, sino transfiriéndolo al lugar correcto. Y normalmente, nos libera ayudándonos a enfrentar nuestros falsos temores para que pierdan su poder sobre nosotros.
¿Cómo podemos obedecer a Dios y no a los hombres?
Debemos confesar nuestro temor al hombre como pecado a Dios y arrepentirnos. También debemos cuestionar nuestro temor y preguntarnos a qué le tememos y por qué. Finalmente, debemos confrontar con valentía nuestro temor obedeciendo a Dios a pesar de nuestros sentimientos.
¿Cómo podemos confiar en Dios en lugar de temer al hombre?
La confianza en Dios es segura, mientras que el temor al hombre no (Proverbios 29:25). Dios generalmente nos enseña esto a través de la dura lección de obedecer a pesar de sentir miedo. Entonces aprendemos a confiar más en las promesas de Dios que en nuestras percepciones y llegamos al lugar donde "podemos decir con confianza: 'El Señor es mi ayudador; No temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?'" (Hebreos 13:6).