¿Por qué los cristianos deben sufrir para heredar el cielo?
La herencia prometida
Como hijos de Dios, tenemos una herencia extraordinaria que incluye:
- El mundo y todo lo que hay en él: Dios nos ha prometido poseer la Tierra y todo lo que contiene.
- Dios mismo: Nuestra mayor recompensa es Dios, quien será nuestra porción y felicidad eterna.
- Cuerpos redimidos y glorificados: Tendremos cuerpos nuevos y perfectos que nos permitirán disfrutar plenamente de Dios y sus regalos.
Sufrir con Cristo
Sin embargo, para recibir esta herencia, debemos sufrir con Cristo. Esto no significa que Dios nos castigue sin motivo, sino que el sufrimiento obra en nosotros para:
- Fortalecer nuestra fe: El sufrimiento nos ayuda a confiar más en Dios y a confiar menos en nosotros mismos.
- Producir paciencia: Nos enseña a soportar las pruebas y dificultades con esperanza.
- Destruir la idolatría: Nos impide amar las cosas de este mundo más de lo que amamos a Dios.
El camino hacia la gloria
El sufrimiento es parte del camino hacia la gloria. No debemos resentirnos por ello, sino verlo como una misericordia que nos ayuda a prepararnos para la herencia que nos espera. Al mantener nuestra mirada fija en la recompensa celestial, podemos soportar las pruebas presentes con paz y confianza.
Como dijo el apóstol Pablo: "Considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada" (Romanos 8:18).
Preguntas Frecuentes
¿Qué significa ser un hijo de Dios?
Ser un hijo de Dios significa ser adoptado en su familia, recibiendo un espíritu de adopción que nos permite llamarlo "Padre".
¿Cómo podemos saber que somos hijos de Dios?
El Espíritu Santo testifica en nuestros corazones de que somos hijos de Dios, inspirándonos a clamar: "¡Abba, Padre!"
¿Qué implica la herencia de los hijos de Dios?
Los hijos de Dios heredarán el mundo, todo lo que hay en él y el propio Dios. También recibirán cuerpos redimidos y glorificados.
¿Por qué debemos sufrir para recibir nuestra herencia?
El sufrimiento obra para producir perseverancia en la fe, impidiendo que confiemos demasiado en las comodidades de este mundo y nos enfoquemos en Dios.