¿Por qué Dios creó el mundo?
La gloria de Dios
La Biblia afirma que Dios creó el mundo para su propia gloria. No porque necesitara ser glorificado, sino porque su naturaleza es gloriosa y desea que su creación refleje esa gloria. Creó a los seres humanos a su imagen para que ellos fueran portadores de su gloria, mostrando su carácter y atributos al mundo.
Un testimonio de su gracia
El mundo creado no es solo un reflejo de la gloria de Dios, sino también un testimonio de su gracia. Después de que los seres humanos pecaron y se separaron de Dios, él hizo un plan para redimirlos y restaurarlos a su gloria original. El mundo sirve como escenario para esta historia de redención, que culmina en el sacrificio de Jesucristo en la cruz.
El propósito de la humanidad
Dios creó a los seres humanos para que lo conocieran, lo amaran y lo glorificaran. Él desea que tengamos una relación con él y que experimentemos la plenitud de la vida en su presencia. Cuando cumplimos con este propósito, glorificamos a Dios y mostramos al mundo el poder y la gracia de su amor.
Preguntas para reflexionar
- ¿Cómo podemos reflejar la gloria de Dios en nuestras vidas diarias?
- ¿De qué manera la historia de la redención nos ayuda a comprender el propósito del mundo?
- ¿Cómo podemos vivir de acuerdo con el propósito que Dios tiene para nosotros?
Preguntas Frecuentes
¿Por qué Dios creó el mundo?
Para su gloria, para que su gente lo conozca, ame y muestre.
¿Por qué Dios creó este mundo en particular, con su historia de caída, redención y gracia?
Para mostrar la gloria de su gracia, revelada supremamente en la muerte y resurrección de Jesús por los pecadores.
¿Cuál es el propósito final de todas las cosas?
La comunicación de la gloria de la gracia de Dios para la feliz alabanza de una multitud redimida de todas las naciones.
¿Cómo llegamos a conocer y experimentar la gloria de Dios?
A través del conocimiento de su Hijo, Jesucristo, y la comprensión de su obra salvadora en la cruz.
¿Por qué Dios permitió que el mundo cayera en pecado?
Para permitir la manifestación de su gracia en la redención de los pecadores.