¡Nuestros pecados lo hirieron!
La culpa de nuestro sufrimiento
El sufrimiento que presenciamos en el mundo no es obra de Dios. Son nuestros propios pecados los que han causado dolor, destrucción y angustia. Nuestros actos egoístas y desobedientes han herido profundamente a nuestro Creador.
El sacrificio expiatorio
En su infinita misericordia, Dios envió a su Hijo, Jesucristo, para llevar la carga de nuestros pecados. Jesús sufrió y murió en la cruz, soportando el castigo que nosotros merecíamos. Su sacrificio expiatorio nos reconcilió con Dios, sanando las heridas que nuestros pecados habían infligido.
La sanación a través de sus heridas
Las heridas de Jesús no solo nos perdonaron nuestros pecados, sino que también nos trajeron sanidad. La Biblia dice: "Por sus heridas fuimos sanados". A través de su sufrimiento, Jesús nos ofrece liberación del dolor físico, emocional y espiritual.
El sufrimiento que experimentamos en la vida es un recordatorio de nuestro propio pecado. Sin embargo, podemos encontrar esperanza y sanidad en el sacrificio expiatorio de Jesucristo. Sus heridas nos perdonaron y nos sanaron, brindándonos un futuro de paz y alegría.
Preguntas frecuentes sobre la expiación de Cristo
¿Por qué Jesús tuvo que sufrir?
Respuesta: Jesús sufrió por nuestros pecados. Nuestros pecados nos separaron de Dios, pero Jesús tomó sobre sí nuestro castigo, para que pudiéramos ser sanados y reconciliados con el Padre.
¿Cómo nos hace completos la expiación de Jesús?
Respuesta: La expiación de Jesús nos hace completos al perdonar nuestros pecados y sanar nuestras heridas espirituales. A través de sus sufrimientos, podemos encontrar sanidad, paz y restauración.
¿Qué significa que Jesús "tomó el castigo"?
Respuesta: "Tomar el castigo" significa que Jesús experimentó el peso completo de la justicia divina por nuestros pecados. Sufrió la ira y el juicio de Dios, para que nosotros no tuviéramos que hacerlo.
¿Cómo nos beneficia la expiación de Jesús?
Respuesta: La expiación de Jesús nos beneficia al:
- Perdonar nuestros pecados
- Restaurarnos a una relación con Dios
- Darnos esperanza y salvación
- Sanar nuestras heridas emocionales y espirituales
- Proporcionarnos paz y consuelo en tiempos de necesidad