¡No te avergüences del Evangelio: El poder de Dios para la salvación!

El Evangelio no es motivo de vergüenza

El apóstol Pablo declara con valentía en Romanos 1:16: "No me avergüenzo del evangelio de Cristo". ¿Por qué? Porque reconoce su extraordinario poder como herramienta de salvación. El Evangelio no es una doctrina insignificante o un simple conjunto de reglas. Es la manifestación del poder de Dios para rescatar a todos los que creen en él.

El Evangelio: El camino hacia la salvación

El Evangelio es un mensaje que ofrece salvación a cualquiera que crea. No está reservado solo para unos pocos elegidos o para un grupo selecto. Está disponible para todos, sin distinción de raza, género o condición social. "Para todos los que creen: primero para los judíos y también para los no judíos", proclama Pablo.

El Evangelio revela la justicia de Dios

El Evangelio no solo ofrece salvación; también revela la justicia de Dios. Es una justicia basada en la fe, no en las obras o en el mérito humano. "En el evangelio se revela la justicia de Dios, una justicia que viene por la fe, de principio a fin", explica Pablo. Esta justicia se otorga a los creyentes como un don gratuito, lo que hace que el Evangelio sea aún más poderoso.

El Evangelio: Un mensaje que transformar vidas

El Evangelio tiene el poder de transformar vidas. Cuando las personas reciben el mensaje de salvación, sus corazones se abren a la verdad y al amor de Dios. Experimentan libertad del pecado, culpa y temor. El Evangelio trae esperanza y propósito a sus vidas, guiándolos hacia un camino de rectitud y plenitud.

Preguntas Frecuentes sobre Romanos 1:16

¿Por qué el apóstol Pablo no se avergonzaba del evangelio?

Porque es el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree (Romanos 1:16).

¿A quién se predicó primero el evangelio?

A los judíos (Romanos 1:16).

¿Qué revela el evangelio?

La justicia de Dios, que se recibe por fe (Romanos 1:17).

¿Quién vivirá?

Los justos, que viven por fe (Romanos 1:17).

¿Qué se revela desde el cielo?

La ira de Dios contra la impiedad y la maldad (Romanos 1:18).

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