¡No puede negarse a sí mismo!
Fundamentos para afrontar el sufrimiento
El apóstol Pablo, en su carta a Timoteo, comparte verdades fundamentales que nos animan a aceptar el sufrimiento y a perseverar en nuestra labor por el Evangelio. Estas verdades no son exclusivas para pastores o jóvenes, sino que son aplicables a todos nosotros.
1. Recuerda a Jesucristo, el Hijo de David, resucitado de entre los muertos
Jesucristo ha vencido a la muerte, y su victoria nos da esperanza. No importa cuán severo sea el sufrimiento, no puede destruirnos eternamente. Somos hijos de Dios, y Él reinará para siempre.
2. La Palabra de Dios no está encadenada
Aunque los predicadores puedan ser encarcelados, la Palabra de Dios permanece libre. Ningún poder humano puede detener su avance, y su mensaje de salvación seguirá siendo proclamado.
3. Sufre por los elegidos
Dios ha elegido a un pueblo, y tu ministerio es un instrumento para llevarlos a la salvación y a la gloria eterna. No te desanimes por el sufrimiento, porque estás trabajando para un propósito mayor.
4. Dios no puede negarse a sí mismo
Si confías en Dios y permaneces fiel, Él nunca te abandonará. Su fidelidad es inquebrantable, y Él recompensará tu perseverancia con la vida eterna.
5. El sello de Dios
A pesar de los desafíos, recuerda que Dios conoce a los suyos. Él sabe quiénes son verdaderamente sus hijos, y ellos se distinguen por su deseo de apartarse de la iniquidad.
¿Qué son las "piedras fundamentales" mencionadas en el sermón?
Las "piedras fundamentales" son las razones o argumentos que Paul proporciona a Timoteo para que acepte el sufrimiento en lugar de huir de él, y para que siga adelante con confianza y valentía en su trabajo.
¿Por qué son relevantes las palabras de Pablo para todos, independientemente de su edad, género o vocación?
Las razones que Pablo da son universales y se aplican a todos los que estén dispuestos a seguir el camino de la obediencia, sin importar sus circunstancias personales.
¿Cuál es el "sello" divino mencionado en el sermón?
El "sello" divino es la garantía de Dios de que conoce a los que son suyos y que espera que aquellos que afirman ser suyos se aparten de la iniquidad.