El amor de Dios, la motivación para la expiación

La cruz de Cristo no es un mero símbolo de sacrificio, sino la representación más profunda del amor de Dios. El Padre Celestial, por su naturaleza eterna y espontánea, dio a su Hijo para redimir a la humanidad del pecado. Este amor no fue provocado por la ira de Dios hacia los pecadores, sino por su infinita misericordia.

El Padre, el iniciador del sacrificio

El Nuevo Testamento destaca el papel central del Padre en la expiación. Fue Él quien entregó a su propio Hijo (Romanos 8:32) y lo hizo “pecado” por nosotros (2 Corintios 5:21). Esta “presión” divina apunta a un sacerdocio de Dios Padre, quien llevó a su Hijo al altar.

Justificación de la acción de Dios

La acción de Dios en el Calvario solo puede justificarse porque es intrínsecamente correcta. Cristo llevó el pecado del mundo (Juan 1:29) y recibió el castigo que merecía. En un pacto eterno, el Hijo acordó con el Padre y el Espíritu Santo reemplazar a su pueblo, sufriendo las consecuencias de sus pecados.

La ira de Dios y la expiación

La ira de Dios hacia el pecado no es arbitraria, sino una respuesta natural a la rebelión contra su santidad. Esta ira debe ser apaciguada para que la reconciliación sea posible. Cristo, como cabeza de la Iglesia, murió para satisfacer no solo la ira de Dios, sino para convencerlo de la justicia de perdonar el pecado.

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La gloria de la cruz

La cruz no es un mero lugar de sufrimiento, sino el escenario de la victoria sobre el pecado. El Crucificado era el “Señor de la Gloria” (1 Corintios 2:8). Su muerte expió nuestros pecados y propició a Dios, demostrando que no está enojado con nosotros. La cruz es la base de nuestra justificación y nuestra relación con Dios.

Preguntas Frecuentes

¿Por qué es importante el amor de Dios en la expiación?

Porque es el amor de Dios el que lo impulsó a dar a su Hijo para salvarnos.

¿Qué papel desempeñó el Padre en la expiación?

El Padre entregó a su Hijo para ser sacrificado por nuestros pecados.

¿Por qué tuvo que morir Cristo?

Para expiar nuestros pecados y apaciguar la ira de Dios.

¿Podría Dios simplemente haber perdonado nuestros pecados sin que Cristo muriera?

No, porque la ira de Dios es justa y debe ser aplacada.

¿Qué determina nuestra relación con Dios?

La cruz del Calvario, donde Cristo, el Señor de Gloria, dio su vida por nosotros.

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