La batalla contra el pecado: ¿somos capaces o incapaces de vencer?
El dilema del cristiano: pecadores y santos
La vida cristiana presenta una paradoja desconcertante: somos pecadores y santos al mismo tiempo. Tenemos la capacidad de pecar y de no hacerlo.
Como santos, hemos experimentado el poder de nacer de nuevo (2 Corintios 5:17) y hemos probado "las primicias del Espíritu" (Romanos 8:23). Sin embargo, a pesar de estas realidades milagrosas, seguimos pecando, para nuestra vergüenza y consternación. Y si creemos que no pecamos, Juan nos dice que nos engañamos a nosotros mismos (1 Juan 1:8). Por mucho que deseemos que no fuera así, los santos siguen pecando.
Pecar como santo: dos reacciones equivocadas
El pecado como santo puede provocar dos reacciones opuestas, pero igualmente erróneas. Por un lado, podemos responder con una presunción orgullosa en nuestro poder para vencer el pecado. Por otro lado, podemos reaccionar con una desesperación impotente ante nuestro pecado persistente. ¿Qué debemos hacer?
1. Orgullo y presunción
Podemos caer en el orgullo, presumiendo que podemos superar nuestro pecado por nosotros mismos. Ignoramos las sutilezas de la tentación del pecado y sobreestimamos nuestra capacidad para luchar con nuestras propias fuerzas.
2. Desesperación e impotencia
A veces caemos en una profunda desesperación, sintiéndonos impotentes para luchar contra el pecado. Nuestros viejos patrones de pecado parecen insuperables. Nuestra desesperación nos dice que no podemos hacer nada, por lo que podríamos entregarnos a ese deseo nuevamente.
La esperanza en medio de la lucha: las categorías de Agustín
Agustín de Hipona (354-430), un pastor de la iglesia primitiva, nos ha dado categorías para comprender nuestra relación con el pecado, así como esperanza para los santos en la batalla contra el pecado.
Capacidad e incapacidad
La historia de la salvación -creación, caída, redención, consumación- enmarca las categorías de Agustín para la relación del hombre con el pecado (ver, por ejemplo, Sobre la corrección y la gracia XXXIII; El Enquiridión CXVIII). En el Edén, antes de la caída, Adán podía pecar (latín: "posse peccare"). Y tristemente, lo hizo (Génesis 3:6).
Después de la caída, el pecado original de Adán corrompió a toda la humanidad de modo que ningún hombre podía dejar de pecar (latín: "non posse non peccare"). La incapacidad del hombre caído para vivir rectamente es tan completa que la Escritura nos llama muertos en pecado (Efesios 2:1-2). Solo por la muerte y resurrección de Cristo somos vivificados y, por el Espíritu, nuevamente capacitados para no pecar (latín: "posse non pecarre"). El poder del pecado sobre nosotros ha sido quebrado (Romanos 6:6-7).
El pecado aún está presente
Sin embargo, la presencia del pecado no ha desaparecido (Romanos 6:12). Esta es la experiencia actual de los santos que todavía pecan. Todavía podemos pecar y ahora podemos no pecar. Debido a la frustrante realidad del pecado continuo, gemimos con anticipación (Romanos 8:23) por el día en que gloriosamente no podremos pecar (latín: "non posse pecarre"). Esperamos el día en que veremos a Cristo cara a cara (1 Corintios 13:12) y cuando todas las cosas serán hechas nuevas (Apocalipsis 21:1-8).
Nuestra capacidad para no pecar: un don
Una mentalidad de desempeño puede llevarnos a adoptar un enfoque de "simplemente hazlo" para luchar contra el pecado. Pero la gracia de Dios es absolutamente necesaria. Sin el poder del Espíritu Santo, somos impotentes para vencer el pecado de una manera que honre a Dios.
Nuestra capacidad para luchar contra el pecado y hacer buenas obras es un don, porque, como a Agustín le gustaba citar: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1 Corintios 4:7). Cada tentación resistida, cada pensamiento capturado, cada pecado vencido se logra por la gracia del poder del Espíritu Santo obrando en nosotros.
Nuestra capacidad es real
¿Deberíamos entonces sentarnos y esperar que la gracia calme la ira en nosotros o calme nuestros temores excesivos? No, dice Agustín, "ustedes actúan y son actuados" (sermón 156.11). La gracia no funciona como ondas de radio que controlan remotamente a un droide. La gracia renueva nuestras mentes y restaura nuestras naturalezas caídas. La gracia nos devuelve el control de nosotros mismos.
Cuando resistimos el pecado, somos realmente nosotros quienes lo resistimos. La capacidad que Dios restaura en nosotros es una capacidad real.
Nuestra capacidad es incompleta
Aunque podemos no pecar, el pecado aún nos aflige. La Escritura no promete impecabilidad en esta vida; de hecho, dice lo contrario (1 Juan 1:8). Nunca se nos promete una victoria total sobre el pecado.
En cambio, la renovación que experimentamos en nuestra vida es un anticipo de la futura glorificación. Ganaremos batallas contra el pecado en esta vida, pero no debemos esperar ganar la guerra. Tenemos la capacidad de no pecar, pero no la capacidad de erradicar el pecado.
Nuestra capacidad en la lucha contra el pecado, entonces, es incompleta hasta que Cristo regrese nuevamente. Todavía no podemos descansar en la victoria.
Esperanza en Cristo
Como cristianos, podemos vivir con esperanza: esperanza en que la gracia de Dios es suficiente para nuestra lucha contra el pecado, esperanza en que el Espíritu nos renueva y restaura nuestra capacidad para luchar contra el pecado día a día, y finalmente, esperanza en que un día seremos completamente hechos nuevos. Es la capacidad de Cristo la que está detrás de cada una de esas esperanzas. Él conquistó el pecado y la muerte para rescatarnos. Él envió su Espíritu para redimirnos. Y regresará nuevamente para restaurarnos completamente. Nuestra gran esperanza no está en nuestra capacidad, sino en la de Cristo.
Preguntas Frecuentes sobre la Capacidad Cristiana de No Pecar
1. ¿Cómo es posible que seamos pecadores y santos al mismo tiempo?
Somos santos porque hemos experimentado el nuevo nacimiento y el Espíritu Santo. Sin embargo, seguimos pecando debido a nuestro pecado original.
2. ¿Qué reacciones equivocadas podemos tener al pecar como santos?
Podemos sentirnos orgullosos y presuntuosos, creyendo que podemos superar el pecado por nosotros mismos. O podemos caer en la desesperación, sintiéndonos impotentes ante el pecado.
3. ¿Cómo define Agustín nuestra capacidad para pecar y no pecar?
Antes de la caída: Éramos capaces de pecar (posse peccare)
Después de la caída: No éramos capaces de no pecar (non posse non peccare)
En Cristo: Somos capaces de no pecar (posse non pecarre)
4. ¿Por qué es importante que reconozcamos nuestra capacidad de no pecar?
Nos da esperanza en la lucha contra el pecado y nos recuerda que Dios nos ha dado el poder de vencerlo.
5. ¿Es la capacidad de no pecar algo que recibimos o algo que hacemos por nosotros mismos?
Es un don de Dios que recibimos a través de la gracia del Espíritu Santo.
6. ¿Es nuestra capacidad de no pecar perfecta e inmediata?
No, es un proceso de renovación gradual. Seguiremos luchando contra el pecado en esta vida, pero no estamos destinados a ser derrotados por él.
7. ¿Qué esperanza tenemos en nuestra lucha contra el pecado?
La esperanza de que Cristo regresará y nos restaurará completamente, liberándonos del pecado y la muerte.