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La Agonía de Jesús en Getsemaní: El sacrificio máximo para nuestra salvación

El peso del pecado aplastante

En el jardín de Getsemaní, mientras Pedro, Santiago y Juan dormían, Jesús enfrentaba espiritualmente el abandono de la cruz antes de su arresto y crucifixión. Se enfrentó a una última tentación: huir del camino de la cruz y dejar que el mundo enfrentara el juicio en su lugar. A través de sus fervientes oraciones, tomó la agonizante decisión de decir: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Abrazó la copa de ira que no merecía; eligió pasar por la muerte y el infierno para que su pueblo pudiera superarlos a salvo.

La decisión que cambió el curso de la historia

Jesús sabía que tenía que elegir voluntariamente convertirse en maldición, en pecado, por nosotros. Sabía que solo su abrazo intencional de la voluntad trina, planeada desde la eternidad, podía llevar adelante su redención a través de su sufrimiento. El creciente dolor de perder la conciencia de la presencia de su Padre lo presionó contra el suelo, boca abajo, en una desgarradora repulsión.

¿Qué podemos hacer por Él?

En Getsemaní, Jesús pidió a Pedro, Santiago y Juan que “permanecieran aquí y velaran conmigo” (Mateo 26:38). Pero cada vez que regresaba, los encontraba dormidos. El triste reproche debe haberlos perforado con cada recuerdo en los años venideros: “Entonces, ¿no podían velar conmigo una hora?” (Mateo 26:40). Los discípulos de Cristo a lo largo de los siglos han sentido su propia debilidad similar. No se nos pidió que lleváramos el peso del pecado o soportáramos la cruz, solo que nos mantuviéramos despiertos y le hiciéramos compañía. Pero no pudimos.

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Aún así, anhelamos hacerlo. Al leer estos relatos, intentamos velar y orar con Jesús, entrar en su agonía y compartirla de alguna manera que le brinde consuelo.

El Mesías, el Ungido, fue al lagar de aceitunas para ser exprimido bajo la gran piedra del pecado del mundo. Fue a desentrañar el error fundamental del corazón humano. En esta etapa de su descenso, cayó de bruces en una agonía de comprensión, experimentando la repulsión de su Padre por el pecado. En el jardín de Getsemaní, el lugar de aplastamiento del alma, con la presencia de su Padre retrocediendo y sus propios discípulos huyendo, Jesús dijo: “Sin embargo, hágase tu voluntad”. Voluntariamente entró en ser aplastado bajo el peso del mundo.

¿Qué podemos hacer por él? En cierto sentido, absolutamente nada: esta es la obra de Jesús solo para salvarnos. Pero en otro sentido, todo. Podemos hacer por él lo que ha estado anhelando desde el principio, en el Edén. Para hacerle compañía. Para estar cerca de él. Para poner nuestras manos sobre su cabello y sus hombros. Para ungirlo con nuestras lágrimas por lo que le costó. Habitar con él. Amar a quien tanto nos ama, quien se adentró tanto en el desamparo solitario para que no estuviéramos solos. Pasó por la muerte y el infierno para que pudiéramos pasar por ambos a salvo.

Preguntas Frecuentes

¿Qué sucedió en el Huerto de Getsemaní?

Antes de ser arrestado y crucificado, Jesús enfrentó espiritualmente el abandono de la cruz. En un momento de gran tentación, decidió voluntariamente beber la copa de ira que no merecía.

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¿Por qué Jesús eligió el Huerto de Getsemaní?

Era un lugar conocido por Jesús, donde a menudo se retiraba a orar. Su nombre, “prensa de aceitunas”, simboliza el sufrimiento que Jesús experimentaría al ser presionado como un olivo para producir aceite.

¿Qué sintió Jesús en el Huerto de Getsemaní?

Sintió una profunda tristeza, incluso hasta el punto de la muerte. Conoció la ira de Dios contra el pecado y el temor de perder el favor de su Padre. Este fue un momento de agonía espiritual y angustia emocional.

¿Qué decidió Jesús en el Huerto de Getsemaní?

Decidió obedecer la voluntad de su Padre y aceptar la cruz. Dijo: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

¿Qué podemos hacer por Jesús en este evento?

Podemos acompañarlo en su dolor, amarlo y estar cerca de él. Podemos honrar su sacrificio y vivir nuestras vidas en obediencia a su voluntad.

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