¿Estoy llamado al ministerio? Cinco preguntas para discernirlo

El ministerio cristiano es un llamado elevado que conlleva una responsabilidad profunda. Para discernir si Dios te ha llamado a servir en esta vocación, es esencial reflexionar sobre tus motivaciones y aptitudes. El apóstol Pablo, en 2 Corintios 2:15-17, ofrece cinco pruebas que pueden ayudarte en este proceso.

Cinco pruebas

1. ¿Amas a Cristo más que al dinero?

Los ministros genuinos no explotan la Palabra de Dios para enriquecerse. En cambio, su pasión por Cristo supera cualquier deseo material. Examina tu corazón: ¿Tesoras a Cristo por encima de todas las demás cosas?

2. ¿Eres sincero y auténtico?

El ministerio requiere autenticidad. ¿Evitas las apariencias y las pretensiones? ¿Estás dispuesto a ser vulnerable y compartir tu verdadero yo con los demás?

3. ¿Proclamas la Palabra de Dios?

Los ministros son mensajeros de la verdad divina. ¿Estás comprometido a transmitir fielmente la Palabra de Dios, sin diluirla ni añadirle tus propias ideas?

4. ¿Temes a Dios más que a los hombres?

El ministerio implica enfrentar críticas y oposición. ¿Confías en Dios como tu único juez y buscas su aprobación por encima de la opinión de los demás?

5. ¿Encuentras tu identidad en Cristo?

Los ministros dependen completamente de Cristo para su fuerza y ​​aseguramiento. ¿Reconoces tu debilidad y confías en Cristo como tu fuente de poder y paz?

El ministerio cristiano es un camino desafiante pero gratificante. Si respondes afirmativamente a estas cinco preguntas, puede ser un llamado que Dios te ha puesto en el corazón. Recuerda que incluso en las pruebas, tu suficiencia está en Cristo, quien te fortalecerá y guiará en cada paso del camino.

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Preguntas frecuentes sobre el llamado al ministerio

¿Cómo puedo saber si estoy llamado al ministerio?
Examina tu corazón y hazte cinco preguntas:

¿Amo a Cristo más que al dinero?
¿Valoro a Cristo lo suficiente como para anteponerlo al dinero?

¿Seré auténtico?
¿Hablaré desde la sinceridad, diciendo lo que realmente pienso?

¿Hablaré la palabra de Dios?
¿Tomaré la palabra de Dios y la proclamaré, en lugar de mis propias palabras?

¿Temeré a Dios más que a los hombres?
¿Consideraré a Dios como mi único juez, sin preocuparte por la opinión de los demás?

¿Encontraré mi todo en Cristo?
¿Obtendré mi identidad, seguridad y esperanza en mi unión con Cristo?

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