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Dios es soberano, no un caballero

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La soberanía de Dios y los límites de la “caballerosidad”

La expresión “Dios es un caballero” implica que Dios está sujeto a la voluntad humana, lo que le permite actuar solo con el permiso del hombre. Sin embargo, las Escrituras y los ejemplos bíblicos desafían esta noción, revelando la soberanía incondicional de Dios.

Ejemplos de la soberanía de Dios:

  • Jonás: A pesar de la resistencia inicial de Jonás a la misión de Dios, finalmente se sometió a la voluntad divina, demostrando que la voluntad de Dios siempre prevalece.
  • Saulo (Pablo): Saulo experimentó un encuentro sobrenatural que lo llevó a aceptar la autoridad de Dios y a cumplir su propósito.

El versículo de Apocalipsis 3:20: un malentendido común

El versículo de Apocalipsis 3:20 a menudo se cita para apoyar la idea de que Dios espera pacientemente la invitación del hombre antes de actuar. Sin embargo, este versículo se aplica específicamente a la restauración de una iglesia, no a los pecadores en general. Es Dios quien toma la iniciativa, y los creyentes responden en obediencia.

La soberanía de Dios en las Escrituras

Las Escrituras afirman repetidamente la soberanía incondicional de Dios:

  • Isaías 14:27: “El Señor de los ejércitos lo ha determinado, ¿quién lo frustrará? Su mano está extendida, ¿quién la hará retroceder?”
  • Daniel 4:35: “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; no hay quien pueda detener su mano, ni decirle: ¿Qué haces?”
  • Romanos 9:20, 21: “¿Quién eres tú, hombre, para que alterques con Dios? ¿Dirá acaso el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”
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La expresión “Dios es un caballero” es una limitación errónea de la naturaleza de Dios. Las Escrituras revelan que Dios es soberano, actuando según su voluntad y sin estar sujeto a la aprobación humana. Como cristianos, debemos reconocer la autoridad de Dios y someternos a su voluntad como el Rey de reyes y Señor de señores.

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