¿Deberíamos orar por quienes nos hacen daño?
La enseñanza de Jesús
Jesús nos instruyó a amar a nuestros enemigos y a orar por quienes nos persiguen. Esta enseñanza puede parecer difícil de entender, pero es esencial para seguir sus pasos. Debemos orar por aquellos que nos tratan mal, ya sean familiares, conocidos o incluso enemigos acérrimos.
¿Qué orar?
Al orar por nuestros enemigos, podemos seguir el ejemplo de la oración del Señor. Pedimos que:
- Honren el nombre de Dios.
- Se sometan a su voluntad.
- Sean provistos de sus necesidades físicas.
- Sean perdonados por sus pecados.
- Sean protegidos de las tentaciones y del mal.
Un amor completo
Nuestro amor por nuestros enemigos no debe limitarse solo a sus necesidades temporales. Debemos anhelar que experimenten la alegría eterna en Jesucristo. Orar por su salvación es parte integral del amor que Jesús nos pide.
Sé como Jesús
Jesús nos mostró el significado del amor verdadero al morir por sus enemigos. En lugar de buscar venganza, oró por el perdón de quienes lo crucificaron. Al seguir su ejemplo, podemos extender el amor de Dios a aquellos que nos han hecho daño.
¿Por qué debemos orar por nuestros enemigos?
Porque Jesús nos mandó amar a nuestros enemigos y orar por quienes nos persiguen (Mateo 5:44; Lucas 6:27-28).
¿Qué implica orar por nuestros enemigos?
Significa incluir a Dios en nuestro amor por ellos. Orar es hablar con Dios y pedirle que intervenga.
¿Por qué es importante orar por sus necesidades espirituales?
Porque amar verdaderamente a alguien implica desear su bien eterno, incluida su salvación. Orar por sus necesidades espirituales demuestra que deseamos que experimenten la plenitud de la vida en Cristo.
¿Cómo podemos orar por nuestros enemigos según el Padre Nuestro?
- Que santifiquen el nombre de Dios
- Que venga su reino y se haga su voluntad
- Que provea sus necesidades físicas
- Que perdone sus pecados
- Que los proteja de la tentación y el mal
¿Es suficiente orar solo por las necesidades físicas de nuestros enemigos?
No. El amor verdadero apunta a la exaltación de Dios en sus corazones y su salvación eterna. Orar únicamente por sus necesidades terrenales es un sustituto inadecuado.