Cristo: El León de Judá y el Cordero de Dios

El León de la Tribu de Judá

La imagen del león en la Biblia representa poder, majestad y realeza. Cuando Jacob bendijo a su hijo Judá, lo comparó con un león: "Judá, tus hermanos te alabarán; tu mano estará sobre el cuello de tus enemigos; los hijos de tu padre se inclinarán ante ti. Judá es un cachorro de león; de la presa, hijo mío, has subido. Se agazapa, yace como león, y como león, ¿quién se atreve a despertarlo? El cetro no se apartará de Judá, ni el bastón de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Siloh" (Génesis 49:8-10).

Esta profecía anuncia el linaje real de Judá. De su línea vendrían el rey David y sus descendientes, que gobernarían sobre Israel. Finalmente, de este linaje surgiría Jesucristo, el descendiente de David y de Judá, estableciendo un nuevo pacto y un reino celestial (Mateo 1:1-17).

En el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan ve al León de la tribu de Judá en el trono celestial: "Entonces vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero de pie como inmolado... Y vino y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono" (Apocalipsis 5:6-7).

Este versículo se refiere claramente a Jesucristo, el "Cordero de Dios" que venció el pecado y la muerte. Es el León de la tribu de Judá, digno de abrir el pergamino sellado porque conquistó el pecado y la muerte a través de su sacrificio en la cruz (2 Timoteo 1:10, Isaías 25:8, 1 Corintios 15:25-26, Oseas 13:14).

El Cordero de Dios

En el Antiguo Testamento, la sangre de un cordero sin mancha se usaba para cubrir el pecado humano. En la noche de la Pascua, los hijos de Israel debían untar la sangre de un cordero en los postes y dinteles de sus casas (Éxodo 12:1-13). El ángel de la muerte pasaría por Egipto y mataría a los primogénitos de cada casa, pero las casas marcadas con la sangre del cordero serían protegidas.

Jesucristo se convirtió en el Cordero de la Pascua perfecto, el sacrificio inocente que tomó nuestro lugar, expiando nuestros pecados y estableciendo un nuevo pacto de salvación eterna para todos los que creen en él (Romanos 6:10).

Juan el Bautista proclamó: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29), conectando a Jesús con el cordero sacrificial que no solo cubriría el pecado sino que lo quitaría para siempre.

En el León, encontramos el poder de Cristo como rey eterno, y en el Cordero, la gracia de Jesús como salvador eterno.

Preguntas frecuentes sobre "El Cordero de Dios" y "El León de Judá"

¿Qué significado tiene que Jesús sea el "Cordero de Dios"?

Jesús es llamado el Cordero de Dios porque, al igual que el cordero pascual del Antiguo Testamento, Él fue sacrificado para quitar los pecados del mundo. Su muerte en la cruz proporcionó el sacrificio perfecto, cubriendo y eliminando nuestros pecados.

¿Qué importancia tiene ser el "Cordero de Dios" en relación con la misión de Jesús?

Como el Cordero de Dios, Jesús cumplió con la profecía del Antiguo Testamento sobre el sacrificio de un cordero sin defecto para expiar los pecados. Al ofrecerse como el sacrificio perfecto, abrió el camino para la salvación y la reconciliación con Dios.

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¿Qué significado tiene que Jesús sea el "León de Judá"?

Jesús es llamado el León de Judá porque desciende de la tribu de Judá, que era conocida por su fuerza y valentía. Esta imagen simboliza la autoridad, el poder y el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte.

¿Cómo se relaciona ser el "León de Judá" con la realeza de Jesús?

En la profecía de Jacob (Génesis 49), el León de Judá representa la línea real de David. Jesús, como descendiente de David, es el heredero legítimo del trono de Israel y el Rey de los Reyes.

¿Cómo se complementan las imágenes del "Cordero de Dios" y del "León de Judá"?

Estas imágenes revelan diferentes aspectos de la naturaleza y la misión de Jesús. Como el Cordero de Dios, Él es el sacrificio de expiación por nuestros pecados. Como el León de Judá, Él es el Rey victorioso que ha conquistado la muerte y reina para siempre. Juntos, estos títulos muestran el poder y la gracia de Jesús, quien nos salva y gobierna como nuestro Rey.

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