¿Crees realmente en el infierno?

La dura realidad que muchos ignoran

Mientras observaba a mis hijos jugar hace unas semanas, me di cuenta de una triste verdad: mi fe en el infierno era débil. La compasión que sentía se desvanecía ante la mera incomodidad. El tormento eterno y consciente que Jesús describió no era algo real para mí, tampoco la eterna bienaventuranza del cielo.

La falta de fe me avergonzó. Podía recitar versículos bíblicos sobre el infierno, pero creerlos era otra cosa. Frente a mí había un alma inmortal, pero yo estaba dispuesto a retroceder ante la posibilidad de un rechazo.

Las rojas letras de Jesús

¿Cómo sería nuestra vida si realmente creyéramos en el infierno? ¿Cuántas preocupaciones triviales, ansiedades indignas y pequeñas inquietudes se desvanecerían? ¿Cuántas inseguridades egoístas, días aburridos y entretenimientos indignos se harían añicos al creer las palabras de Jesús sobre el juicio venidero?

Las enseñanzas de Jesús sobre el infierno eran inconfundibles:

  • "Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo. Es mejor perder una parte de tu cuerpo que ser arrojado al infierno" (Mateo 5:29-30).
  • "El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y ellos sacarán de su reino a todos los que hacen el mal y a los que lo practican, y los echarán en el horno ardiente. Allí será el llanto y el crujir de dientes" (Mateo 13:41-42, 49-50).
  • "Entonces dirá a los de su izquierda: 'Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles'" (Mateo 25:41).

Un Dios de amor y sacrificio

El mensaje de Jesús sobre el infierno no es solo una advertencia sobre el castigo, sino un testimonio del amor y el sacrificio de Dios. Sabiendo el horror del infierno, vino a nosotros, se convirtió en nosotros y soportó la ira que merecíamos.

Leer Más:  ¿Quién nos protege realmente?

No experimentó el infierno propiamente dicho, pero sí enfrentó la ira que lo convierte en un mero charco de fuego. Los impíos en el infierno nunca sufrirán el peso completo del castigo, pero el Dios-hombre pagó la deuda total, sufrió el tormento completo.

La crueldad de la indiferencia

Si realmente creyéramos en el infierno, ¿nuestras ciudades no estarían llenas del conocimiento de Cristo? ¿No buscaríamos compartir su nombre con aquellos que encontramos en nuestra vida diaria?

Necesitamos aprender un poco de descortesía evangélica: hablar cuando no nos lo piden, ir cuando no nos invitan y proclamar el nombre de Jesucristo, el único nombre por el cual los hombres pueden ser salvos.

Subir