¿Corre veneno por nuestras venas?
El oscuro secreto que nos une a Venom
En la película "Venom", Eddie Brock, un periodista de investigación, se ve poseído por un simbionte alienígena llamado Venom. Esta entidad parasitaria anhela sangre y violencia, y Eddie se debate entre su humanidad y la tentadora promesa de poder.
La historia de Venom nos invita a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza. ¿Somos también nosotros criaturas duales, habitadas por un lado oscuro y un lado luminoso?
El veneno dentro de nosotros
La Biblia nos revela una verdad inquietante: todos llevamos veneno dentro de nosotros. El pecado, esa inclinación hacia el mal, es inherente a nuestra naturaleza humana.
Como dice el apóstol Pablo, "Porque en cuanto a mí, el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo" (Romanos 7:18). Sabemos lo que es correcto, pero a menudo elegimos lo incorrecto.
La lucha contra la oscuridad
Esta naturaleza dual puede crear una lucha interna, un tira y afloja entre nuestros mejores y peores impulsos. Como el Dr. Jekyll y el Sr. Hyde, podemos experimentar transformaciones inquietantes, pasando de ser personas bondadosas a seres motivados por la ira, el egoísmo o la violencia.
Esta batalla puede dejarnos desmoralizados, preguntándonos si alguna vez podremos vencer nuestro lado oscuro.
La esperanza en Cristo
Pero a pesar de nuestra lucha, tenemos esperanza. En Jesucristo, podemos encontrar la liberación del dominio del pecado.
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, el Espíritu Santo entra en nosotros y comienza a transformarnos. Él nos da el poder para resistir la tentación, vencer la oscuridad y vivir una vida que agrada a Dios.
Nuestra verdadera identidad
Como cristianos, ya no llevamos el veneno del pecado como parte esencial de nuestra naturaleza. Somos criaturas nuevas, creadas a imagen de Dios y destinadas a vivir en santidad.
La Biblia nos recuerda: "En otro tiempo eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz" (Efesios 5:8).
No somos antihéroes, divididos entre el bien y el mal. Somos hijos de Dios, llamados a ser santos y a reflejar su luz en el mundo.
Puede que el veneno del pecado haya corrido alguna vez por nuestras venas, pero en Cristo, podemos liberarnos de su dominio y vivir una vida transformada. Aceptemos nuestra verdadera identidad como hijos de luz y caminemos con esperanza, sabiendo que la victoria sobre la oscuridad es nuestra.