¿Cómo vencer las barreras que impiden conocer a Dios?
Demoliendo argumentos y pretensiones
En la vida, a menudo nos encontramos con ideas y creencias que desafían nuestra fe en Dios. Estas pueden provenir de fuentes internas, como nuestros propios pensamientos y dudas, o externas, como las influencias culturales y sociales. El apóstol Pablo nos enseña que debemos "derribar argumentos y cada pretensión que se levanta contra el conocimiento de Dios" (2 Corintios 10:5).
Para "derribar argumentos", primero debemos identificarlos. Esto puede requerir un examen de conciencia y una reflexión sobre lo que creemos y por qué. Una vez que los hayamos identificado, podemos abordar estos argumentos con razón y evidencia bíblica. Debemos estar preparados para defender nuestra fe y cuestionar las suposiciones que subyacen a las ideas contrarias.
Además de los argumentos, también podemos encontrar "pretensiones" que desafían nuestra fe. Estas son afirmaciones o ideas que no están respaldadas por pruebas o evidencia. Pueden ser seductoras y parecer lógicas, pero es esencial recordar que no debemos permitir que influyan en nuestro conocimiento de Dios.
Capturando pensamientos
Una vez que hemos derribado los argumentos y pretensiones, Pablo nos dice que debemos "llevar cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente a Cristo" (2 Corintios 10:5). Esto significa que debemos tomar el control de nuestros pensamientos y asegurarnos de que estén alineados con la verdad de Dios.
Capturar nuestros pensamientos es un proceso continuo. Requiere que nos sometamos a la Palabra de Dios y permitamos que purifique nuestras mentes. Debemos ser disciplinados en nuestros pensamientos, evitando que divaguen hacia áreas poco saludables. Al hacerlo, podemos mantener nuestros pensamientos bajo control y alinearnos con la voluntad de Dios.
Al demoler argumentos, pretensiones y capturar nuestros pensamientos, podemos vencer las barreras que impiden conocer a Dios. Puede que no sea fácil, pero es esencial para nuestro crecimiento espiritual y para desarrollar una fe sólida e inquebrantable.