¿Cómo orar por nuestros gobernantes?
El alcance de la oración
La Biblia nos insta a orar por todos, incluyendo a quienes nos gobiernan (1 Timoteo 2:1-4). Al orar por los líderes, debemos pedir su salvación, ya que es el deseo de Dios que todos conozcan la verdad y sean salvos (1 Timoteo 2:4).
Oración por la providencia de Dios
Además de su salvación, también debemos orar por la providencia de Dios sobre los gobernantes no creyentes. El Señor controla sus pensamientos y voluntades (Proverbios 21:1). Oremos para que Dios los guíe a tomar decisiones justas, pacíficas y que promuevan la libertad.
La diferencia entre el reino de Dios y el gobierno humano
Debemos recordar que el reino de Dios no es de este mundo (Juan 18:36). No debemos buscar que el gobierno establezca el reino de Cristo por la fuerza. Más bien, debemos orar por la misericordia de Dios para que los líderes tomen decisiones que permitan que los cristianos vivan en paz, libertad y justicia, facilitándoles su labor de evangelización y servicio.
Puntos clave para orar
- Pide por la salvación de los gobernantes.
- Ora por la providencia de Dios sobre ellos, para que tomen decisiones justas y pacíficas.
- Reconoce que el reino de Dios y el gobierno humano son distintos.
- Ora por la misericordia y la gracia de Dios sobre los líderes y el mundo.
¿Para qué oramos por nuestro presidente?
- Según 1 Timoteo 2:1-4, oramos para que los líderes tengan autoridad para establecer paz, tranquilidad y libertad, lo que permite a los cristianos vivir sus vidas sin obstáculos.
¿Cómo podemos orar por líderes no cristianos?
- Oramos por su salvación, pidiendo a Dios que les muestre la verdad y la belleza de Cristo.
- Oramos por su bienestar providencial, pidiendo a Dios que influya en sus pensamientos y voluntad para que tomen decisiones justas y que promuevan la paz.
¿Qué implica no orar por el poder político cristiano?
- Los cristianos no deben orar para que las autoridades civiles se conviertan en un arma consciente de promoción cristiana.
- La oración por los líderes no es un intento de convertir el poder estatal en un promotor explícito del reino espiritual de Cristo.
