¿Causó Dios la calamidad? El balance entre la soberanía y la esperanza
La soberanía de Dios en el sufrimiento
Ante desastres como el 11 de septiembre, muchos cristianos afirman que Dios no causó la calamidad, pero puede usarla para bien. Sin embargo, esta postura va más allá de lo que enseña la Biblia y socava la esperanza que pretende brindar.
La Biblia declara que Dios gobierna todos los acontecimientos del universo, sin anular la responsabilidad humana ni comprometer su compasión (Efesios 1:11). Desde los pequeños detalles (como la caída de los gorriones) hasta los grandes eventos (como la crucifixión de Cristo), todo está bajo su control (Mateo 10:29; Hechos 4:27-28).
Incluso en las circunstancias más dolorosas, la soberanía de Dios es evidente. El profeta Amós pregunta: "Si ocurre una calamidad en una ciudad, ¿no la ha causado el Señor?" (Amós 3:6). Job, después de perder a sus hijos, reconoce: "El Señor dio y el Señor quitó. ¡Bendito sea el nombre del Señor!" (Job 1:21).
El papel de la esperanza en la soberanía de Dios
Negar la soberanía de Dios en la calamidad socava la esperanza misma. Si Dios no pudo "usar" eventos pasados para prevenir el 11 de septiembre, ¿qué esperanza tenemos de que pueda "usar" este terrible suceso para nuestro bien?
La Biblia enseña que Dios puede detener el mal (Génesis 20:6), pero su plan puede implicar permitir el sufrimiento para propósitos más elevados (Salmo 33:10). Negar la soberanía de Dios nos priva de nuestra única esperanza: su gracia soberana que nos preserva para nuestra herencia (Jeremías 32:40).
Reconocer la soberanía de Dios en el sufrimiento es esencial para mantener nuestra esperanza. Todos somos pecadores que merecemos la condenación, y cada aliento que tomamos es un regalo inmerecido. Nuestra única esperanza está en el sacrificio de Cristo y en la gracia soberana de Dios que nos protege. Negar la soberanía de Dios es renunciar a esa esperanza.