El asombroso cuerpo humano y su flexibilidad metabólica

El cuerpo humano posee una asombrosa capacidad de adaptación. Podemos entrenar nuestros estómagos y almas para ser como el apóstol Pablo, quien declaró: “He aprendido a contentarme en cualquier situación” (Filipenses 4:11). Podemos capacitarnos para prescindir de los alimentos por más tiempo del que creemos posible.

Jay Richards, en su libro “Eat, Fast, Feast”, aboga por un “estilo de vida de ayuno” que nos condiciona para ser “metabólicamente flexibles”. Con menos festines diarios irreflexivos y más ayunos regulares, podemos preparar nuestros cuerpos y mentes para soportar tanto los momentos de abundancia como los de escasez.

El ayuno y el festín en la vida cristiana

Jesús comendó tanto el ayuno como el festín, y asumió que sus seguidores harían ambas cosas. El ayuno acompaña a la oración sincera, expresando un anhelo especial por una provisión o ayuda divina particular. Al prescindir de una comodidad tan básica de la vida diaria, destacamos el valor de Dios más allá de sus bendiciones y enfocamos nuestro afecto nuevamente en Él.

Por otro lado, el festín expresa nuestra gratitud a Dios y nuestro deleite en Él. Honramos a Dios como el Dador todopoderoso al regocijarnos en Él a través de la alegría de la comida y la bebida, en compañía de amigos y familiares.

La moderación en el día a día

Aunque Jesús elogió tanto el festín como el ayuno, su oración modelo para sus discípulos enfatiza la moderación cotidiana: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Mateo 6:11). La mayoría de los días son días de pan de cada día, ni de festín ni de ayuno, sino dedicados a la virtud de la moderación.

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En nuestra relación diaria con la comida, navegamos los límites difusos pero reales de la moderación, entre las interrupciones del ayuno y el festín. Recibimos la provisión regular de alimento de Dios con disfrute, marcado por el agradecimiento y el autocontrol (1 Timoteo 4:4-5).

Consecrando cada comida a Dios

Pablo nos exhorta a consagrar cada una de nuestras acciones a la gloria de Dios, incluyendo comer y beber: “Ya sea que coman o beban, o hagan lo que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). No solo al Dios monoteísta, sino al Cristo del cristianismo: “Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Colosenses 3:17).

Al final, descubrimos la sabiduría humana en la moderación diaria, flanqueada por una flexibilidad metabólica aprendida para festines y ayunos ocasionales. Pero como cristianos, nuestro objetivo no es simplemente ser más humanos mirando hacia atrás (al Edén). Anhelamos ser más humanos mirando hacia arriba, al Dios-hombre, ahora resucitado y glorificado, sentado a la diestra de su Padre.

Preguntas frecuentes

¿Qué dice la Biblia sobre el ayuno y la fiesta?

La Biblia asume que los cristianos ayunarán y festejarán como parte de su caminar con Dios. Jesús ayunó durante 40 días en el desierto y asistió a fiestas. También enseñó a sus discípulos a ayunar y a dar fiestas con alegría y moderación.

¿Por qué es importante el ayuno?

El ayuno puede expresar anhelo especial por la provisión o ayuda divina. Nos ayuda a enfocarnos en Dios y a apreciar su valor más allá de sus bendiciones.

¿Cómo puedo entrenar mi cuerpo para ser metabólicamente flexible?

Puedes entrenar gradualmente tu cuerpo para que ayune y festeje con regularidad. Comienza con ayunos cortos de una o dos comidas y aumenta gradualmente su duración. Esto te ayudará a desarrollar resistencia y a disfrutar tanto de los períodos de abundancia como de escasez.

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¿Cómo puedo consagrar mi alimentación a Dios?

Puedes consagrar tu alimentación a Dios comiendo con moderación, agradeciendo por tus alimentos y reconociendo que todo lo bueno proviene de él. Sea que comas o ayunes, hazlo todo para la gloria de Dios y en el nombre del Señor Jesús.

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