La Biblia nos exhorta a “amarnos unos a otros con afecto fraternal” (Romanos 12:10). Esta instrucción no se limita a actos superficiales de bondad, sino que nos impulsa a cultivar un vínculo profundo y afectuoso entre los creyentes.
El corazón del amor fraternal
El amor fraternal, conocido en griego como “philostorgos”, describe un cariño intenso que nace de la familia. Es un amor que se extiende más allá de las relaciones consanguíneas, abarcando a todos los miembros de la familia de Dios.
La importancia del afecto
El amor fraternal no es solo una recomendación, sino una necesidad vital para la unidad y el bienestar de la iglesia. Testifica de la realidad de nuestra paternidad común en Dios, uniéndonos en un vínculo inquebrantable.
Desafiando la indiferencia
En un mundo marcado por la división y la apatía, el amor fraternal es un antídoto poderoso. Desafía la indiferencia y nos enseña a mirar más allá de nuestras propias necesidades, abrazando a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Cultivando el amor fraternal
Cultivar el amor fraternal requiere un esfuerzo consciente. Debemos:
Enfocarnos en la realidad celestial
Pensar en las promesas eternas y el amor de Dios nos ayuda a superar los obstáculos y a vernos unos a otros como miembros de la misma familia celestial.
Reconocer las misericordias de Dios
Recordar las innumerables bendiciones recibidas nos motiva a extender la gracia y la misericordia a los demás.
Orar por el poder del Espíritu Santo
El Espíritu Santo es nuestro ayudador, capacitándonos para amar incluso cuando es difícil.
Evitar el fatalismo
Creer que el amor fraternal es inalcanzable es una mentira. Con el poder de Dios, podemos superar los desafíos y cultivar este afecto tan preciado.
El amor fraternal tiene el poder de transformar nuestras vidas y nuestras relaciones. Cuando abracémoslo plenamente, experimentaremos la unidad, la alegría y el crecimiento que solo se encuentran en la familia de Dios.
Preguntas frecuentes
H3. ¿Por qué es importante que los cristianos se amen con ternura?
Para testificar la verdad de que Dios es nuestro Padre y que somos su familia. El afecto familiar entre los creyentes contradice la indiferencia o la amargura, y revela la realidad de nuestro vínculo común en Cristo.
H3. ¿Qué debo hacer si no siento afecto por otros creyentes?
Ora por el poder del Espíritu Santo para cambiar tu corazón. Concéntrate en la realidad celestial, la misericordia de Dios y el hecho de que somos hermanos y hermanas. Recuerda que el amor cristiano es un proceso de crecimiento, y no te rindas debido a una mentalidad de “todo o nada”.
H3. ¿Es posible que los cristianos siempre sientan afecto mutuo?
No, pero la ternura es el ideal al que Dios nos llama. El matrimonio nos enseña que los sentimientos pueden fluctuar, pero el compromiso y el amor pueden vencer la desesperanza y revivir las afecciones.
H3. ¿Cómo puedo superar los sentimientos de desesperanza sobre desarrollar afecto hacia otros creyentes?
No seas un fatalista relacional. Cree en el poder de Dios para trabajar en tu vida. Recuerda que Dios conoce tus debilidades y heridas, y que incluso en los momentos más oscuros, puede encender nuevas chispas de afecto.
H3. ¿Qué dice la Biblia sobre cómo debemos tratarnos unos a otros?
Debemos amar a nuestros vecinos como a nosotros mismos, orar por nuestros perseguidores, bendecir a los que nos maldicen y devolver el bien por el mal. También debemos estar “dedicados unos a otros en amor fraternal” y “darnos preferencia unos a otros en honor”.
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