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Amar a Dios primero, amar a los demás mejor

El amor más puro y verdadero

El amor más profundo y genuino surge de Dios, porque Él es amor en su esencia (1 Juan 4:7-8). Solo podemos amar a Dios y a los demás porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19). Como seres creados a su imagen (Génesis 1:26), estamos diseñados para amar a Dios y a los demás de la misma manera que Él lo hace.

Dios, como el ser más perfecto y valioso, debe amarse a sí mismo por encima de todo para amar todo lo demás mejor, ya que todo procede de Él y existe para Él (Romanos 11:36). Amar algo o a alguien más que a sí mismo violaría el primer y más importante mandamiento (Éxodo 20:3). De manera similar, nosotros debemos amar a Dios supremamente para amar a todos los demás de la mejor manera posible.

Consecuencias de no amar a Dios primero

Cuando elegimos amarnos a nosotros mismos u otra cosa en lugar de Dios, el amor se distorsiona y corrompe. Se convierte en lo que nosotros definimos que sea, lo que lleva a la división, el odio y el sufrimiento que prevalecen en nuestro mundo.

El amor más grande

Sin embargo, Dios, rico en misericordia (Efesios 2:4), amó tanto al mundo que envió a su único Hijo para redimirnos (Juan 3:16). Jesús, el autor y consumador del amor, entró en nuestro caos para darnos nueva vida (Efesios 2:5) y transformarnos en hijos de Dios (Juan 1:12), capaces de amarle y amarnos unos a otros como Él nos ha amado.

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El mayor acto de amor

El amor más grande de todos es aquel que lleva a alguien a dar su vida por sus amigos (Juan 15:13). Jesús amó a sus amigos, pero no más que a su Padre (Juan 17:26; Marcos 14:36). Al amarlo a Él por encima de todo, pudo amar a los demás de la mejor manera posible. Y “si Dios nos ha amado así, debemos también amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11).

Nuestro amor como reflejo del amor de Dios

Si amamos a Dios primero, amaremos a los demás mejor. La forma en que tratamos a los demás, especialmente a otros cristianos, revela cuán profundamente amamos a Dios. Juan nos dice: “El que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto” (1 Juan 4:20).

El mejor paso de hoy

Hoy, podemos mirar honestamente nuestro amor por los demás y permitir que lo que veamos nos confronte y nos motive a cambiar. Podemos preguntarle a Dios qué quiere que hagamos para amar a los demás como Él nos ha amado. Quizás este sea el acto de amor más significativo que podamos mostrar hoy.

Preguntas Frecuentes:

¿Cómo es posible amar a los demás mejor amando a Dios más?

Cuando amamos a Dios con todo nuestro corazón, reflejamos su amor y gracia a los demás. Su amor nos llena y nos permite amar a nuestros vecinos como a nosotros mismos, incluso en medio de nuestras propias debilidades.

¿Por qué es esencial amar a Dios sobre todas las cosas?

Amar a Dios como nuestra máxima prioridad es esencial porque él es la fuente de todo amor verdadero. Cuando lo amamos supremamente, nos alineamos con el diseño divino y podemos amar a los demás de manera pura y desinteresada.

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¿Qué sucede cuando no amamos a Dios como nuestra máxima prioridad?

Cuando Dios no es el centro de nuestro amor, desarrollamos un amor distorsionado y egoísta. Esto conduce a conflictos, violencia y un mundo desprovisto de verdadera compasión.

¿Cómo demostró Jesús el verdadero amor?

Jesús demostró el amor más grande al dar su vida por sus amigos. Este sacrificio supremo no significa que amara a sus seguidores más que a su Padre, sino que amó a todos mejor porque amaba a su Padre más que a todo.

¿Cómo podemos evaluar nuestro amor por los demás?

Nuestro amor por los demás es un indicador de nuestro amor por Dios. Si luchamos por amar a nuestros hermanos cristianos, es una señal de que necesitamos reexaminar nuestra relación con Dios.

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