¿Acaso Dios se regocija al castigar a su Hijo?

El enigma del evangelio

Cuando escuchamos que "Jesús salva a los pecadores", surge una pregunta: ¿cómo lo hace? La respuesta más directa es: "Cristo murió por nuestros pecados" (1 Corintios 15:3).

Pero, ¿se complació Dios en la muerte de su propio Hijo? ¿Cómo puede Dios, quien no se deleita en la muerte de los malvados (Ezequiel 18:23; 33:11), encontrar placer en la muerte de su Hijo justo?

El Evangelio según Isaías

El profeta Isaías aborda este enigma en el "quinto evangelio" (Isaías 52:13-53:12). Aquí, Isaías revela siete siglos antes que los trágicos acontecimientos tuvieran lugar en la historia.

Los placeres de Dios en la muerte de su Hijo

Dos veces en esta profecía se mencionan explícitamente los placeres de Dios. También se mencionan los placeres de otras dos partes.

1. Los placeres del hombre natural

El hombre natural prefiere una historia diferente para el siervo: un nacimiento celebrado, una infancia notable, logros atléticos o triunfos militares. Pero la visión de Isaías revela que el siervo no era llamativo ni impresionante. Fue despreciado y rechazado (Isaías 53:3).

El pecado nos lleva a anteponer otras cosas a la gloria de Dios (Romanos 3:23). Esto conduce a despreciar y rechazar la sabiduría divina.

2. Los placeres de Dios en aplastar a su Hijo

Dios se deleitó en aplastar a su Hijo (Isaías 53:10). Esta afirmación, aunque impactante, confirma que Dios estaba complacido con el sacrificio de su Hijo.

Dios no salvó a los pecadores por accidente o concesión. Lo hizo con deleite. Esta verdad nos da gran seguridad en la solidez de nuestra salvación en Cristo.

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Los placeres de Dios en el evangelio incluyen:

  • Sustitución: El siervo llevó nuestros pecados y dolores (Isaías 53:4-6).
  • Justificación: El siervo proporciona justicia a los que creen en él (Isaías 53:11).
  • Expiación definitiva: El siervo murió para un grupo específico de personas (Isaías 53:12).

3. Los placeres del Hijo en ser aplastado

El placer de Dios en aplastar a su Hijo no está separado del placer del Hijo en ser aplastado. La voluntad del Hijo fue glorificar al Padre (Juan 12:28).

Consideremos dos aspectos del placer del Hijo:

  • Voluntad: El Hijo fue al Calvario voluntariamente, abrazando el sufrimiento por el gozo que le esperaba (Hebreos 12:2).
  • Fuente de gozo: El Hijo anticipó el placer que disfrutaría al ver a muchos salvados (Isaías 53:11).

El deleite de Dios en el levantamiento de su Hijo

El placer de Dios en la muerte de su Hijo es el placer de levantarlo, tanto en la cruz como en la resurrección (Isaías 52:13). Así como el Hijo se deleita en la gloria de su Padre, el Padre se deleita en la gloria de su Hijo.

Nada conmueve el corazón humano renacido como la exaltación de Cristo. Del mismo modo, nada conmueve el corazón divino como la exaltación de su Hijo encarnado, perfecto, crucificado, resucitado y reinante.

Preguntas frecuentes

¿Por qué Dios está contento?

Dios no solo está contento, sino que está profundamente, rica e infinitamente contento porque ha diseñado desde la eternidad un magnífico mosaico de historia redentora. La contemplación de este mosaico, con todas sus partes, buenas y malas, llena su corazón de alegría.

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¿Dios se deleita en la muerte de los pecadores?

No. Dios no se deleita en la muerte de los impíos. Sin embargo, en el caso de su propio Hijo, Jesucristo, Dios se deleitó en su muerte porque sabía que traería redención, salvación y restauración a la humanidad.

¿Cómo pudo Dios deleitarse en la muerte de su Hijo?

Dios se deleitó en la muerte de su Hijo porque era un logro de magnitud inconmensurable. Era el mayor acto de sacrificio y amor, que traería justificación, expiación definitiva y salvación para "los muchos". Además, Dios se deleitó en el placer de "los muchos" rescatados por su Hijo y en el amor del Hijo hacia Dios y su gloria.

¿Por qué se describe a Dios como "triste", "decepcionado" o "frustrado"?

Estas descripciones no son precisas. Dios no es un ser emocional que experimente tristeza, decepción o frustración como los humanos. Dios es un Ser perfecto y eterno que siempre está en control y permanece inmutable.

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