¡Socorro divino! Clamando al Dios Todopoderoso

Un ruego desesperado en tiempo de aflicción

En momentos de profunda angustia, el Salmo 28 emerge como un grito de auxilio a nuestro refugio inquebrantable: Dios. Como David, el salmista, nos sentimos desesperados cuando el silencio divino amenaza con hundirnos en el abismo de la desesperación. Imploramos al Señor que escuche nuestras voces y nos libre de la compañía de los injustos, quienes pretenden armonía mientras albergan maldad en sus corazones.

El justo juicio y la alabanza por la respuesta

Dios, el juez justo, recompensa a cada uno según sus acciones. A quienes ignoran su obra y su poder los condena a la ruina. En contraste, el salmista estalla en alabanzas al Señor por haber atendido su clamor. Reconoce que Dios es su fortaleza y escudo, un refugio seguro en quien confía su corazón. Su confianza inquebrantable se ve recompensada con gozo y agradecimiento, expresados a través del cántico.

Salvación y bendición para el pueblo elegido

El Salmo 28 culmina con una súplica por la protección y la prosperidad del pueblo de Dios. El salmista clama por su salvación, bendición y guía constante. Confía en que el Señor los pastoreará y los sustentará eternamente. Esta oración refleja la profunda fe y esperanza que sustenta a quienes confían en el amor y la misericordia divinos.

Preguntas frecuentes

¿Por qué es importante orar a Dios?
Porque Dios es nuestro Rock y refugio, y debemos clamarle cuando necesitamos ayuda (v. 1).

¿Cómo debemos orar?
Con suplicaciones y levantando nuestras manos hacia el santuario santo de Dios (v. 2).

¿Qué debemos pedirle a Dios?
Que nos libere de los malvados y de los que hacen injusticia (v. 3).

¿Cómo trata Dios a los malvados?
Según sus obras y la maldad de sus esfuerzos (v. 4).

¿Por qué debemos confiar en Dios?
Porque Él escucha nuestras oraciones y es nuestro refugio (v. 6).

¿Cuáles son los beneficios de confiar en Dios?
Nuestro corazón se regocija, y lo alabaremos con canciones (v. 7).

¿Qué papel juega Dios en nuestras vidas?
Él es nuestra fuerza, nuestro escudo y nuestro salvador (vv. 7-8).

¿Cuál es la responsabilidad de Dios para con su pueblo?
Salvarlos, bendecirlos, pastorearlos y sostenerlos (v. 9).

Subir