¿Cómo acabar con el pecado para vivir más feliz?

La Mortificación del Pecado: Un enfoque bíblico

El teólogo Kelly M. Kapic explica que el reconocido pastor puritano John Owen veía la felicidad no como entretenimiento o distracción, sino como comunión con Dios. El pecado, al interrumpir esta comunión, se convierte en un obstáculo para nuestra felicidad.

El papel del Espíritu Santo en la mortificación

Owen enfatiza que la mortificación no es un ejercicio de autocastigo, sino un proceso de renovación guiado por el Espíritu Santo. El Espíritu nos da vida, nos convicta de pecado y nos dirige hacia Cristo. A través de su poder, podemos matar el pecado y crecer en obediencia.

Hacia una humanidad más profunda

La mortificación no nos deshumaniza, sino que profundiza nuestra humanidad al reconectarnos con nuestra fuente: Dios mismo. El Espíritu obra en nuestra voluntad, emociones, mente y cuerpo, fortaleciéndonos para resistir el pecado y cultivar virtudes.

El proceso de mortificación

Owen advierte que la mortificación es una batalla constante: "O estás matando el pecado o te está matando a ti". No es un proceso fácil, pero es esencial para mantener la vitalidad de nuestra comunión con Dios. Como un jardinero que arranca las malas hierbas, debemos sacar constantemente el pecado de nuestras vidas.

La exposición y la sanación

Owen expone nuestros pecados no para avergonzarnos, sino para mostrarnos la liberación y el perdón que encontramos en Cristo. Mediante la confesión y la resistencia al pecado, experimentamos la seguridad del amor del Padre. La mortificación no nos entristece, sino que nos lleva a una felicidad profunda y duradera.

¿Qué es la mortificación del pecado?

La mortificación es el proceso de matar el pecado en nuestras vidas, quitándole su poder y presencia.

¿Por qué es necesaria la mortificación del pecado?

El pecado nos separa de Dios y nos impide experimentar la verdadera felicidad. Al mortificar el pecado, podemos restaurar nuestra comunión con Dios y vivir una vida más plena y satisfactoria.

¿Cómo se mortifica el pecado?

La mortificación del pecado se logra mediante el poder del Espíritu Santo, quien trabaja en nosotros para vencer las tentaciones y alinearnos con la voluntad de Dios.

¿La mortificación del pecado suprime nuestra humanidad?

No, la mortificación del pecado no suprime nuestra humanidad, sino que la restaura y la profundiza. Al redirigirnos a Dios como nuestra fuente, el Espíritu Santo renueva y mejora nuestra naturaleza humana.

¿Debemos seguir mortificando el pecado incluso después de haber recibido el perdón?

Sí, debemos continuar mortificando el pecado a lo largo de nuestras vidas. El pecado siempre será una amenaza, y debemos estar constantemente atentos a sus ataques. Al resistir el pecado, podemos proteger nuestra comunión con Dios y experimentar la verdadera felicidad.

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