Cómo elogiar a los demás sin caer en la adulación

La diferencia entre la adulación y el estímulo

¿Cómo podemos celebrar las cualidades positivas de los demás sin caer en la adulación? La clave está en la motivación que impulsa el elogio. La adulación es calculada y busca obtener algún beneficio, mientras que el estímulo genuino surge de un deleite espontáneo en las virtudes del otro.

Características del elogio genuino

  • Es espontáneo y no calculado.
  • Se enfoca en expresar el deleite en las cualidades observadas.
  • No busca manipular o usar al otro.

Evidencias de la gracia

Una forma de concebir el elogio es como un reconocimiento de las evidencias de la gracia de Dios en los demás. Al elogiar las virtudes, estamos honrando a Dios, que es el autor de toda bondad. Este enfoque fomenta un entorno familiar y comunitario donde se celebra la gracia y se honra a Dios.

Evitar la adulación

La adulación es un tipo de hipocresía que pretende expresar un deleite espontáneo que en realidad no existe. Este enfoque manipulador puede dañar las relaciones y socavar la autenticidad. Es esencial evitar la adulación y cultivar el elogio genuino que fomenta el crecimiento y la celebración de las virtudes.

¿Cuál es la diferencia entre halago y aliento?

El halago es calculado y busca obtener un beneficio, mientras que el aliento es un desbordamiento de deleite auténtico en la virtud observada en otra persona.

¿Cómo puedo evitar el halago al elogiar a otros?

Enfatiza el deleite espontáneo en las virtudes o logros de los demás, y evita elogiar con motivos ulteriores o para manipular comportamientos.

¿Es apropiado usar elogios para influir en el comportamiento?

Si los elogios aún pueden expresar un deleite auténtico en la virtud observada y apuntan al crecimiento intrínseco, pueden ser legítimos para alentar comportamientos positivos. Sin embargo, evita el uso utilitario de elogios, ya que puede socavar su autenticidad y resultar contraproducente.

¿Cómo puedo elogiar a otros de manera que honre a Dios?

Considera los elogios como un reconocimiento de las evidencias de la gracia de Dios en la vida de los demás. Al llamar la atención sobre la virtud y los logros, honra tanto a la persona como al Dador de toda buena dádiva.

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