Cómo saber que eres hijo de Dios
¿Alguna vez te has preguntado si eres verdaderamente un hijo de Dios? ¿Si eres salvo? En este artículo te ayudaremos a encontrar la seguridad de tu salvación.
El Espíritu Santo da testimonio
Según Romanos 8:16, el Espíritu Santo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. ¿Cómo hace esto? De dos maneras:
Matando el pecado
El versículo 13 dice que si vivimos según la carne, moriremos. Pero si vivimos por el Espíritu, haciendo morir las obras de la carne, viviremos. Cuando luchamos contra nuestro pecado y lo matamos, es una señal de que estamos siendo guiados por el Espíritu, lo que demuestra que somos hijos de Dios.
Clamando "Abba, Padre"
El versículo 15 dice que el Espíritu nos ayuda a clamar: "¡Abba, Padre!". Esta es una expresión íntima de cariño hacia Dios, que solo es posible cuando el Espíritu Santo está presente en nuestras vidas. Si tienes este anhelo de llamar a Dios "Padre", es otra señal de que eres un hijo de Dios.
Tu herencia como hijo de Dios
Si eres hijo de Dios, tienes una herencia increíble:
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Heredarás el mundo
Romanos 4:13 dice que la promesa de heredar el mundo fue dada a Abraham y a su descendencia, que somos nosotros si estamos en Cristo.
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Heredarás a Dios
Romanos 5:2 dice que nos regocijamos en la esperanza de la gloria de Dios. Dios mismo será tu herencia, el objeto final de tu deleite.
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Recibirás un cuerpo glorificado
Romanos 8:23 dice que esperamos la redención de nuestros cuerpos. En la resurrección, tendremos cuerpos nuevos y gloriosos que nos permitirán disfrutar plenamente de Dios y de nuestra herencia.
Sufriendo con Cristo
Aunque tenemos una herencia gloriosa, el camino hacia ella pasa por el sufrimiento. Romanos 8:17 dice que si sufrimos con Cristo, también seremos glorificados con Él. Esto no significa que debemos buscar el sufrimiento, sino que debemos permanecer con Jesús a través de las pruebas que Él permite en nuestras vidas.
El sufrimiento es una herramienta que Dios usa para santificarnos, para quitar los apoyos de la autosuficiencia y conducirnos a depender completamente de Él. Al sufrir con Cristo, demostramos que confiamos en Él como nuestro Padre, aun cuando no entendemos sus caminos.