¿Qué detiene nuestras peleas?

El origen de los conflictos

¿Por qué peleamos y discutimos? Según Santiago 4:1-3, la causa radica en nuestros deseos descontrolados. Queremos cosas que no tenemos y eso nos lleva a la violencia física o al menosprecio interno hacia los demás. Anhelamos lo que otros poseen, como casas, autos, salarios, cuerpos, parejas o habilidades. Este anhelo insatisfecho nos convierte en guerreros.

La solución

Podríamos pensar que la solución es dejar de desear, pero eso es imposible. Incluso Dios anhela (Santiago 4:5). Somos seres con deseos innatos. Entonces, ¿cómo podemos detener nuestras peleas?

Santiago nos guía hacia una solución más profunda:

La proximidad a Dios

Nuestros conflictos surgen de nuestro deseo de satisfacción mundana. Sin embargo, lo que realmente detiene las peleas es nuestra cercanía a Dios. Es el anhelo por su presencia lo que apaga nuestros conflictos. Es encontrar en él la satisfacción que nuestros deseos nunca podrían brindar.

La solución no es adormecer nuestras emociones, sino despertar nuevos deseos. La ira se aplaca cuando nuestros corazones están quebrantados por el pecado, purificados en humildad y redimidos por Dios. Estas almas humildes atraen el afecto de Dios.

Todo esto es gracia inmerecida. No podemos ganarla, solo disfrutarla. Al acercarnos a Dios, nuestro mayor bien, encontramos en él la satisfacción que nunca podría provenir de los deseos egoístas.

¿Qué provoca las peleas y las disputas en nuestras vidas?

Las peleas y las disputas son causadas por nuestros deseos insatisfechos y nuestra tendencia a codiciar lo que otros tienen. Nos convertimos en luchadores cuando nuestros deseos no controlados nos llevan a la envidia y la competencia.

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¿Qué detiene nuestras peleas y disputas?

La solución a nuestras peleas y disputas no es reprimir nuestros deseos, sino encontrar la satisfacción en Dios. Cuando nos acercamos a Dios, el objeto de nuestro mayor bien, encontramos en Él la plenitud que nuestros deseos mundanos nunca podrían ofrecer. Abandonamos nuestros deseos vacíos y las comparaciones que corrompen nuestros corazones, y en su lugar abrazamos el deseo santo de la gracia satisfactoria de Dios.

¿Cómo podemos acercarnos a Dios?

Podemos acercarnos a Dios a través de la humildad, la oración, la confesión de nuestros pecados y un corazón receptivo a Su gracia. Cuando nos humillamos ante Dios, Él nos exalta y nos atrae hacia Él. Al hacerlo, encontramos la satisfacción que detiene nuestras peleas y disputas.

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